COLIMA

Imparten en UdeC conferencia sobre erupciones

Jesús Ibáñez Godoy, catedrático del Departamento de Física Teórica y del Cosmos de la Universidad de Granada impartió la charla: “La erupción de la Palma, el camino seguido por el magma desde el manto hacia la superficie”, en la cual mostró su preocupación sobre los volcanes activos como un tema de estudio, que desafortunadamente se ha puesto de moda a raíz de la erupción del volcán en la isla española de La Palma.

El experto, quien fue invitado por el Centro de Estudios Vulcanológicos de la Universidad de Colima y el Cuerpo Académico 30 de Ciencias de la Tierra, explicó que lo sucedido con el volcán de La Palma fue una erupción con un alto nivel de energía, que se manifestó previamente por una gran número de sismos de baja a alta intensidad; “mientras siga habiendo terremotos es muy posible que la fisura se siga prolongando hacia la cima o hacia el mar, lo que puede prolongar la actividad volcánica”.

Jesús Ibáñez dijo que, en este tema, lo importante es dar una respuesta a la sociedad sobre la prevención del riesgo volcánico, como una de las muchas preguntas y a la vez la primera que se debe responder. En este sentido, aseguró que para la comunidad científica el vulcanismo empieza con la vulnerabilidad de la sociedad y la falta de adaptabilidad ante éste y otros sucesos de la naturaleza.

Al referirse a la erupción volcánica de La Palma de 2021, que inició el 19 de septiembre y se detuvo el 13 de diciembre, tras 85 días de actividad, siendo la erupción histórica más larga registrada en la isla, señaló que ante fenómenos naturales, bien sea un terremoto o una erupción volcánica, “es importante ir considerando las experiencia previas, porque donde ha ocurrido un fenómeno de este tipo se volverá a presentar, por lo que es necesario contar con un plan que incluya varias acciones, que van desde la predicción hasta la evacuación”.

Ibáñez Godoy comentó que la actividad sísmica que había en La Palma indicaba un aumento preocupante; sin embargo, “el volcán erupcionó con un semáforo en alerta amarilla, por lo que deberían haber empezado a evacuar de manera ordenada para que la gente pudiera llevarse su cosas principales, pero se fueron con muy poco. Este hecho nos muestra la falta de educación que hay sobre los peligros naturales, ya que existen pocos protocolos para la toma de decisiones y planes de emergencia”.

Ante todo, destacó, “es importante estar organizados para el desastre”, y dijo que en el caso de la erupción de La Palma, “la comunicación entre investigadores y organismos de gobierno no pudo entablarse recién en la emergencia, por lo que debe haber un diálogo permanente, un vocabulario común y un plan bien estudiado y preestablecido”.

En este sentido, destacó la importancia de un plan de intervención y sobre todo de tener una cultura de la prevención ante fenómenos naturales, “porque la diferencia entre un terremoto y una erupción volcánica es que esta última muestra una alerta temprana, que se puede activar con una antelación útil que permite actuar sobre la población y el entorno de manera eficiente, evitando caer en el cuento de Pedro y el Lobo y con ello perder credibilidad; por tanto, una alerta temprana debe ser un mecanismo útil y además creíble”.

En este trabajo, dijo, cada vez existen más grupos involucrados, por lo que consideró importante que participe un sistema multidisciplinario “en el que nadie pueda decirse único en el pronóstico de un suceso de este tipo. Un vulcanólogo debe ser una persona que sabe de física, programación, tecnología, psicología, historia y sociedad que aplique su conocimiento en los volcanes”.

Por tanto, “las predicciones deben darse a partir de saber cuantificar y medir los datos observables, entender y explicar cuál será la relación física de lo que va a ocurrir y poder relacionar las diferentes teorías sobre lo que se va a predecir o intentar dar una explicación clara de lo que va a ocurrir”.

Comentó que hoy en día se tiene un exceso de información, que no necesariamente significa conocimiento, sino información y opiniones que se despliegan por distintos medios. En algunas observaciones sobre la erupción de la isla de Palma, mencionó que “los excesos de información que se emitieron a través de las redes sociales y las constantes declaraciones han mostrado a la comunidad científica como un conjunto de personas desunidas que no trabajan en un beneficio común”.

Las personas, compartió, suelen relacionar este acontecimiento natural con un castigo divino, que no merecían, “pero aun así siguen hablando de recuperación y no de reubicación, empeñados en volver a casa”. Tras la erupción, dijo, no hubo reconocimiento a la comunidad científica que intervino y, por su parte, “el gobierno se ha olvidado de un plan nacional que consideró 40 millones de euros para invertir en estudios de vulcanismo”.

Por último, destacó la importancia del monitoreo o la vigilancia continua de los volcanes, sobre todo cuando algunos presentan baja actividad, ya que en un futuro podrían manifestar un suceso de mayor intensidad; “es importante estar preparados para este tipo de fenómenos y pensar que, ante la actividad volcánica, es más importante la prevención, por lo que urge a la comunidad científica más trabajo de investigación, educación y divulgación”.

En este tema, finalizó, “es complicado convencer a las autoridades de la necesidad de contar con formadores que enseñen a la población cómo realizar planes de evacuación, formar incluso a los maestros o contar con planes de emergencia en las escuelas y en las casas. Un verdadero plan de emergencia y simulacros implica que la gente mentalice lo que tiene que hacer ante una emergencia de este tipo, sin tener miedo, y que sea capaz de reaccionar de manera automática, pero para eso se requiere contar con formadores de formadores, y eso no lo hay”.