ESPECTACULOS & CULTURA

LA CUEVA DEL INDIO

Visitamos esta interesante cueva en el municipio de Colima. Logramos conocerla hasta el tercer intento.

La primera vez que fuimos, fue visita de reconocimiento. Nos entrevistamos con el comisario de la comunidad, nos comentó que el rumbo es tranquilo, pero que no se nos fuera hacer de noche en el monte, porque eso sí, hay mucho animal de uña, nos dijo. Algunos señores grandes la conocen como la ‘Cueva del indio’ y la relacionan con temas espirituales y paranormales, magia blanca y hechizos realizados por medio de brujería, refugio de animales mitológicos, referencia de tesoros de la época de la revolución y hasta actual escondite de ladrones y asesinos.

Sabíamos que, si hacíamos las cosas con respeto a la naturaleza y con prudencia, podíamos llevarnos una experiencia enriquecedora y realizar en La historia de Colima una interesante investigación periodística sobre esta excursión en aquellos cerros aislados que finalmente concluimos el 14 de marzo de 2021. La cueva se puede ver a lo lejos desde la autopista Colima-Tecomán, a mano izquierda, a la altura de Los Asmoles. Hay una grieta en el cerro, detrás de la cueva, también visible desde la carretera. Nos mencionó un señor que esa era la salida. Es un pequeño circuito y sales en ese punto.

Conforme nos acercábamos al punto, preguntábamos a comuneros sobre la cueva, nos enteramos que también se lo conoce como la ‘Cueva del salitre’ y la ‘Cueva del hermitaño’. Vimos los posibles accesos a nivel de piso y desde la aplicación del mapa. Efectivamente no había entrada. Hicimos una caminata alrededor donde vimos grandes serpientes de colores, que estuvieron a punto de morder a nuestra mascota. Una cachorra de nombre Amonita. Ese día no era el momento para entrar y regresamos.

La segunda visita llevamos un dron, esto para trazar posibles rutas y conocer qué había dentro. Ya que nos compartieron que hace tiempo ahí vivía una persona que padece de sus facultades mentales que entraba y salía del lugar, y que les contaron, que cuando realizaba algún ilícito en Colima, iba a esa cueva a esconderse, y nos preocupaba el hecho que estuviera armada o por ahí hubiera grandes felinos. Con las tomas aéreas pudimos percatarnos de cómo ascender y conocimos que el lugar, en ese momento, lucía natural sin aparentes alteraciones o campamentos, incluso narcolaboratorios, pero estaba todo muy cerrado, sin posibilidades de encontrar un camino poco más seguro.

La tercera vez fuimos preparados en todos los aspectos y con más confianza. Llevamos hasta medicinas y chaparreras de cuero para protegernos de picaduras. Familiarizados con los caminos, permisos, equipo adecuado para senderear, cámara para hacer registro y un experto en picaduras de culebras y tarántulas, así como de plantas medicinales.

Casi toda la mañana subiendo. Íbamos poco a poco avanzando a través de un riachuelo que se ve por ahí baja en temporada de lluvias, pero al estar lleno de piedras (además muy filosas) y huecos, es hogar de muchos animales y cada paso esa una aventura. Está alto y conforme subíamos nos hacía falta más aire. Era lo que había más despejado para caminar. En las piedras observamos fósiles marinos cristalizados.

No hubo ningún problema en esa caminata, íbamos bien guiados y con precaución, aunque sí muy temerosos, por el impacto de lo desconocido. Al llegar vimos que había nidos de aves al parecer muy grandes. Había capas muy gruesas de telarañas y huesos de animales por todos lados. Al llegar pedimos permiso al campo y silbamos, si no se podía entrar, lo entendíamos, no era algo que quisiéramos hacer forzadamente. Todo fue silencio y tranquilidad, y dimos los pasos que nos faltaban para entrar a esta gran catedral del tiempo.

Lo primero que vimos es que se robaron las estalactitas. Parte de sus paredes tienen nombres rayados y fechas. Sí había restos de fogatas y botellas de agua y refresco. Se notaba que se había usado recientemente como refugio. Una señora nos contó que el lugar se usa desde hace mucho tiempo para brujerías. También parece que el lugar ha sido ocupado en muchos periodos de la historia de Colima por las marcas de hollín.

Un lugar así, obviamente no pudo haber pasado desapercibido por nuestros antiguos pobladores, lo considero así porque con anterioridad realizamos reportes al INAH sobre estructuras por el área, plataformas de piedra, tumbas saqueadas y vestigios líticos, incluso un gran geoglifo de un volcán que mide unos 600 m2 que se puede percibir desde el aire únicamente, como los de nazca, nos encontrábamos en un lomerío volcánico de 10 mil años de antigüedad aproximadamente según geólogos que les presentamos la información y analizaron la zona, por lo que podríamos estar hablando de una línea prehistórica y no prehispánica. A la fecha, el lugar continúa en estudios arqueológicos, antropológicos, geológicos y hasta judiciales.

Sólo estuvimos un par de minutos. Hay muchos murciélagos y nos retiramos por la alta concentración de guano, que respirarlo es altamente mortal. El lugar también presenta derrumbes. La cueva se ve que continúa y hay troncos muy viejos que colocaron para usarlos de puente y escaleras.

Estos santuarios de la naturaleza en la arqueología se les conoce como “abrigos” y tenían muchas funciones; permitían la caza, la vigilancia y era excelente opción de resguardarse de los peligros e inclemencias del tiempo. El lugar además tiene una vista increíble al valle de Colima y los volcanes. Hay que cuidar muy bien estos sitios sagrados y mantenerlos son alteraciones, pues no son para nada sitios turísticos ni se recomienda visitarlos por el gran alto de vulnerabilidades con lo que uno se enfrenta ahí, muchos menos ahora en tiempo de lluvias, que hay más vegetación, está más resbaloso y hay más animales merodeando.

Se dice que el uso de este tipo de sitios en cerros pudiera no refiere a una forma de asentamiento, sino más bien, que algunos de estos espacios, más que cumplir una función protectora, fueron santuarios relacionados al culto a cuevas y montañas, así como para rituales para la cacería.

Estuvimos en esta aventura Jonathan Villa, Marcelino Liñán, el amigo Gerardo de El Trapiche y su servidor Rafael Cruz.

Foto: Rafael Cruz

Texto tomado de: Colima de Ayer