IMPONEN EL NOMBRE DE ISIDORO MORALES FERNÁNDEZ A JARDÍN DE NIÑOS EN VILLA DE ÁLVAREZ
El pasado 28 de octubre fue inaugurado un jardín de niños al que se le asignó el nombre de Isidoro Morales Fernández en la colonia Punta Diamante del municipio de Villa de Álvarez, evento que fue encabezado por el entonces secretario de Educación en el estado, Jaime Flores Merlo y por la licenciada Catalina del Toro Saucedo viuda de Morales.
Al hacer uso de la voz Jaime Flores, dijo que asumieron el compromiso en la administración pasada de no dejar ningún plantel educativo sin identidad como es el caso del nuevo jardín de niños que inauguraron y al mismo tiempo hizo entrega a la directora de la escuela el dictamen oficial del nombre de esta escuela.
Al tomar la palabra la licenciada Catalina del Toro agradeció a las autoridades que se le haya asignado el nombre de su esposo al jardín de niños e hizo una semblanza de la trayectoria del señor Isidoro Morales.
Dijo que existen algunos seres que cuando pisan la faz de la tierra y toda su vida la conducen de manera productiva, próspera, fructífera dejan una huella sólida por toda la eternidad en nuestro entorno, se constituyen bajo un recuerdo que perdurará perennemente imborrable.
Isidoro Morales Fernández, nació un 23 de marzo de 1934 en el cálido pueblo de Tepames, Colima, hijo de la pareja formada por Dionisio Morales Cabellos y Adelina Fernández Sánchez; a los 13 años, fue invitado por su tío el entonces Rector de la Universidad de San Nicolás de Hidalgo Don Guillermo Morales Osorio a continuar sus estudios en la ciudad de Morelia Michoacán, convirtiéndose al obtener en la referida Universidad su título de Licenciado en Derecho con mención honorífica, convirtiéndose en el único colimense Nicolaíta egresado en ese entonces de tan reconocida nacionalmente y prestigiada Universidad Michoacana.
Isidoro, tras fallecer accidentalmente su progenitor, siendo el cuarto de 10 de familia, se convirtió en el pilar y en el orgullo de su madre y de sus nueve hermanos de nombres Refugio, Gloria, Lilia, Hugo, Roberto, Jaime, Inés, Berenice y Adelina, con quienes siempre fue afable, condescendiente y comprensible y al poseer una alto sentido de generosidad respaldó a que algunos de sus hermanos y amigos realizaran sus estudios profesionales en la misma Universidad Moreliana de donde él había egresado.
“Colima” fue el denominativo con el que apodaron a aquel joven regio, fraterno y leal, de grandes convicciones y firmes propósitos, quien siempre lució bien vestido, con chamarras de piel y de gamuza, su conducta intachable y su reconocida cualidad de ser serio, responsable y puntual, lo llevó a desempeñar en esa monumental ciudad los cargos de Defensor de Oficio Federal asignado a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, a la vez que ocupó los cargos de Juez y Magistrado.
El enorme amor hacia su madre, lo regresó a su Estado natal y destacado por su singular sencillez y alto grado de modestia, aunado a sus grandes virtudes como ciudadano ejemplar y experto en el mundo de las leyes, llamaron la atención del entonces gobernador el Lic. Arturo Noriega Pizano, quien sabedor de que Isidoro provenía con una predominante trayectoria laboral de Morelia y quien se encontraba en esos momentos fungiendo como Catedrático en la Escuela de Leyes de nuestra ahora Máxima Casa de Estudios, la Universidad de Colima, fue que le extendió la invitación para desempeñar el cargo de Director del Registro Público de la Propiedad. Años después, demostrando el máximo grado de honradez y lealtad, Isidoro contribuyó a ser merecedor del nombramiento como titular de la Notaría Pública No. 6, oficio que desempeñó incansablemente durante más de 37 años con dedicación, respeto e integridad a la ciudadanía colimense hasta el último día que el ser supremo le permitió existir y dentro de la cual reunió y recibió las más amplias y sinceras muestras de afecto, amistad y cariño a través de su múltiple clientela y de todos sus homólogos y personas que lo rodearon, pues es menester decir que Isidoro dentro del desempeño de su cargo se excedió siempre en la realización de su deber y se prodigó de una forma especial en la atención caritativa de los desvalidos.
En su vida terrestre, se mantuvo entre dos circunferencias latentes:
La primera: Su sólida convicción por el servicio plasmado en su total entrega al trabajo, al ser útil al prójimo, al respeto total a la humanidad.
La segunda: Su enorme amor a la vida, a sus semejantes, a la ternura y sensibilidad especial hacia el ser, a su eterna y transmitente jovialidad purificante y cosmética.
Hombre fino, culto, degustó acudir a los mejores restaurantes de las localidades en que viajaba, así como dentro de nuestra Entidad, siendo atendido en todo momento con franca calidez emanada de su personal, sus amplios conocimientos geográficos fueron el resultado de sus múltiples viajes realizados por el mundo, entre los países que más disfrutó durante su estancia en ellos, fueron Francia, China y Alemania, él a medida que más cultura obtenía más modesto se volvía, se deleitaba con música clásica e instrumental, siempre lo tuvo todo, inteligencia, amor, sabiduría, capacidad, amigos, buen gusto y lo principal ganas de vivir.
Isidoro único, original, ilustrado, sagaz, apuesto y de elegante caminar, quien siempre se distinguió por su singularidad de poseer vehículos de gran clase, perteneció y convivio en varios grupos sociales en los cuales disfrutó de un trato especial en su incursión siendo algunos de éstos el de los jubilados de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el de los jubilados sindicalizado por la FETSE, el de los del Colegio de Notarios, el de sus amigos de Morelia, el de el KAJUPE y el de sus amigos de la BANCA .
Ser excepcional, en la prodigalidad de su amistad, terminó su ciclo en esta vida, el destino nos deparó a muchos un hecho sumamente doloroso, sorpresivo, así es, el 21 de julio del año pasado, quedó registrado en nuestra historia con el gran pesar del traslado dentro de este plano de un hombre ilustre, íntegro e inolvidable.
El adelanto que se suscitó en Isidoro o “Chololo”, como muchos le decían afectivamente, causó grandes estragos en el corazón de cientos de personas y enmarcó que notablemente fue sumamente apreciado en su persona, toda vez que a pesar de que no era político, estadista ni dirigente, todos los manifestantes a la pena han sido nítidamente por los hechos y acciones que Isidoro sembró en sus corazones, hombres y mujeres de varios países, de varios estados de la República, de todas las clases sociales, culturales, partidistas, religiosas y económicas se condolieron prolongadamente con su súbita partida, las lágrimas sinceras como muestras francas y nobles de muchos colimenses rodaron por sus mejillas, “no puede ser”, expresaron, “por qué se fue el Licenciado si era un gran hombre fino y educado” a lo que siempre les he respondido, precisamente por ser lo que era un gran hombre, que jamás conscientemente realizó perjuicio o agravio alguno contra alguien, el ser supremo no permitió que él sufriera una enfermedad ya anunciada, él era merecedor de la mejor calidad de vida, como siempre la tuvo como buen deportista que infatigablemente fue y le envió un final dichoso como a pocos terrenales, puesto que testificó que su partida fue instantánea y sin ápice de sufrimiento corporal, ascendencia que solo a los privilegiados les concede el todopoderoso, ese final es como un sello que selecciona a seres excepcionales que todo lo hicieron bien en esta dimensión.
Indudablemente, que Isidoro trascendió en la historia colimense, durante sus concurridos festejos de cumpleaños y eventos a los que asistió, en vida que es lo principal porque emocionalmente lo recibió, se le reconoció abiertamente en varias ocasiones con hermosas y sinceras palabras emanadas del sentir furtivo de los asistentes y anfitriones, a pesar de que este suceso siempre lo apenaba, estas gestaciones lo intimidaban lo sonrojaban, las evitaba tajantemente, era tan sencillo en su forma de ser; por ese motivo ahora se agradecen las buenas intenciones de muchos de sus amigos y compañeros, pero todos los reconocimientos él directamente se los llevó, fueron actos auténticos, naturales, únicos e incomparables que vivió a pesar de su oposición, al recibir las caricias verbales socialmente por sus valiosas intervenciones, por su enorme legado laboral, por el amor que sintió para todos, para a su familia, compañeros, vecinos , amigos, conocidos y por sus sabias enseñanzas, ya que fue maestro de muchos y esos muchos se lo retribuyeron con apego, nos duele en lo más recóndito del corazón, “Chololo”, “El Chololo” de muchos un día como hoy se fue físicamente, pero su recuerdo hoy y siempre perdurará en la conciencia colectiva como paradigma del gran hombre ejemplar, del gran ciudadano, grande entre los grandes y del buen amigo, confirmo y expongo su noble virtud como un inigualable esposo, sus reglas de caballerosidad son incomparables e insuperables, su amplio criterio de no dar importancia a la edad cuando se sobrepone el amor, le doy gracias a la vida de haberme dado el regalo más bello con que pudo premiarme, haberme prestado a Isidoro Morales Fernández como compañero, como amigo, como esposo, siempre me sentí y mientras respire me sentiré orgullosa de haber compartido mi vida a su lado, donde todo lo aprendí, fuimos muchos años felices, esa felicidad la llevo tatuada y jamás podrán quitármela, ahora entiendo que todo aquí es breve, pasajero, aunque mis ojos ya no te vean Isidoro, los cierro y te envío con toda mi fuerza hasta el cielo mil besos y abrazos y este sencillo recordatorio.
Con todo mi amor y admiración eterna hacia ti, a un año de tu partida confieso que te extraño.