¿SIRVE EL BOLILLO PARA EL SUSTO? – ANÁLISIS POLÍTICO
Abel González Sánchez
En algún momento de nuestras vidas todos nosotros hemos vivido un suceso inesperado, peligroso, inclusive aterrador que nos impacta y hasta nos perturba la mente para reaccionar, como en el caso de los sismos o terremotos, en donde todos respondemos en forma diferente, algunos pueden sobrellevar con calma el suceso, otros se paralizan de miedo, pero la mayoría corren sin valorar los riesgos, porque es parte de su instinto de sobrevivir o sentir gran miedo de morir.
En el pasado gran sismo del 19 de septiembre de 2022, mi esposa, mi hija y yo nos trasladábamos en un vehículo cerca del centro de la capital, mi hija dijo -papá vas ponchado- “mira cómo se hace el carro”, de pronto se movieron los postes y cables, y la tierra hacia olas, salieron corriendo muchas personas por todos lados y más de un gimnasio que caían pedazos de su fachada y sin medir cuidado se atravesaron frente al carro sin que todavía frenara, uno se golpeó levemente con el vehículo por un costado, mi esposa se alarmó y empezó a rezar, mi hija tranquila y yo asustado, a los lados de nuestro vehículo varios jóvenes llorando pero sobresalía una jovencita en short que salió del gimnasio llorando, conmocionada y temblando de pies a cabeza, lo señalo porque esas fueron las reacciones comunes de todos los colimenses ante el fuerte temblor de 7.7 grados.
Para los estudiosos de la UNAM señalan que las personas por su edad, capacidad y naturaleza reaccionan diferente, entre menor sea la edad es lógico que no sabe ni lo que ocurre, pues a un bebé ni le preocupan los terremotos, pero el miedo, la angustia, la inestabilidad para algunos es pasajera, pero para otros permanecen durante buen tiempo después de experimentar sucesos fuertes e intensos, se presenten síntomas y reacciones que los lleven a una condición conocida como Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT).
De acuerdo con Rogelio Flores Morales, investigador de la Facultad de Psicología de la UNAM, el TEPT es una afección mental que algunas personas experimentan después de un evento traumático, como la guerra, desastres naturales, un accidente automovilístico o violencia en asaltos o tiroteos, en cualquiera de sus formas. Es una afección que trastoca la vida de las personas, en las relaciones interpersonales se presenta distanciamiento social, desconfianza de la gente y problemas de comunicación, en especial, quienes vivieron estrés crónico como consecuencia de un suceso traumático tienen miedo incluso a salir de casa, o acudir a los cines o lugares encerrados también pueden desarrollar apatía o irritabilidad.
¿SIRVE EL BOLILLO PARA EL SUSTO?Comerlo, o cualquier otro alimento, funciona para elevar la glucosa y enfrentar la pérdida de energía en situaciones de estrés y mitigar el jugo gástrico, pero sirve más un abrazo o un beso según los expertos en psicología. Comer el bolillo es el remedio más común cuando algún evento nos genera temor repentinamente, como en el caso de los sismos, pero también cuando nos corretea un perro, en un choque, hay un asalto, una noticia inesperada o algún otro suceso fuera de lo común, abrupto y que nos hace sentir miedo.
Eduardo Calixto González, profesor de la Facultad de Psicología de la UNAM, explica que cuando los humanos enfrentamos una situación amenazante o estresante de cualquier tipo se activa el sistema nervioso simpático, el cual está hecho para la lucha o la huida y es un condicionante fisiológico para poder hacer actividades sobre las cuales corremos, saltamos más o estamos preparados para luchar con un código de conservar la vida y no morir. “En ese punto hay un cambio neuroquímico inmediato de mayor liberación de adrenalina por parte del cuerpo, noradrenalina en nuestro cerebro, esto involucra que entonces el metabolismo se acelera.
Cuando se activa este sistema, el cuerpo reacciona, el cerebro recibe normalmente 20 por ciento del torrente sanguíneo; en situaciones de miedo, hasta 25 por ciento, lo que significa que “tiene que exigir más consumo de glucosa que obtendrá del hígado, los músculos, para el doctor en Neurociencias por la UNAM evidentemente el comer un bolillo o cualquier otro alimento nos otorga rápidamente la glucosa que el cerebro está demandando… agregó, debo ser muy objetivo en esto, solamente que la persona esté en ayuno puede ser que la glucosa que se da por una harina, un pan, un pastelillo, un dulce o un refresco recupere más rápido la glucosa y lo adapte.
LOS SUSTOS NO PROVOCAN DIABETES El especialista agregó hay la creencia o mito de que los sustos provocan diabetes, o cuando nos asustamos, el tomar un refresco o dulce tiene consecuencias negativas, incluso me puedo hacer diabético, cosa que tampoco es correcta, es falso, pues las personas diabéticas no le deben el detonante de su enfermedad a un susto, es más por su estilo de vida o herencia, nos sirve más abrazar a las personas, generar certidumbre, tener la sensación de que vamos a estar bien, que no van a morir por un temblor, porque esto hace que el cerebro libere más oxitocina, que es una de las hormonas que están con nosotros y nos acompaña a lo largo de la vida. No cambia la realidad si perdió la barda o su casa, pero abrazarlas y solidarizarnos nos recuperamos más rápido. Queda muy claro que una persona que cae al hospital, y es visitado por su familia y amigos, hace que se recupere más rápido, en cambio el abandonado y más en casos de adultos mayores mueren.
PIDE NO CREER NI VER VIDEOS ALARMISTAS Una recomendación no te preocupes ni te asustes por los audios y videos de las redes sociales asegurando que las capas tectónicas están a punto de provocar un gran terremoto inimaginable en tantas horas o días, esos pensamientos catastróficos sí preocupan y dañan psicológicamente a quienes desconocen que los temblores son impredecibles, científicamente no han desarrollado tecnología para decir que en tales horas, días o años ocurrirán. Deja de ver las imágenes de los terremotos, de terror o de alta violencia si te producen ansiedad o mayor temor. No hacer caso de noticias no oficiales, sobre todo, aquellas que son sumamente negativas.