DON FRANCISCO VARGAS, TODA UNA VIDA COMPLETA DE ÉXITO PROFESIONAL
Don Francisco Vargas Gómez, propietario de Laboratorios Vargas, nació el 1 de febrero de 1929, en Huetamo, Michoacán, lugar de tierra caliente, muy cerca del estado de Guerrero, su familia provenía del poblado de Carácuaro de Morelos, también en la zona caliente de Michoacán.
“Aunque toda mi familia es de Carácuaro, en el año en que mi mamá me trae al mundo, eran muy inseguras las poblaciones chicas, por los cristeros, la revolución, entonces mi papá se va con la familia a la población de Huetamo y ahí me tocó nacer y fui el único miembro de la familia que no nací en Carácuaro; tenía yo un mes de edad cuando la familia se regresó a Carácuaro, ahí pase mis primeros seis años; a los siete años, mi mamá como la mayoría de las mujeres piensan mejorar a los hijos, la familia y ella insistió que nos fuéramos a vivir a Morelia”.
Dan Francisco Vargas, siendo el hermano menor de cinco hijos, tres mujeres y dos hombres a los seis años migra a la ciudad de Morelia, ahí cursa sus estudios de primaria, secundaria y preparatoria, siendo los años de su niñez y juventud impregnados por esa Morelia bohemia de los años 40, con una población de poco más de 40 mil habitantes, muchos jóvenes estudiantes que venían de otras localidades en búsqueda de una mejor educación.
“Muy bonito Morelia, ahí fue mi inquietud, quizá uno de los maestros que influyeron en mi vocación fue el profesor de botánica de primero de secundaria, él nos hablaba de las bacterias, que en aquel entonces era el equivalente a hablar de biología molecular de ahora, de la cibernética o sea viendo realmente hacia el futuro”.
En la Universidad de Morelia tradicionalmente solo había unas carreras: Medicina, ingeniero topógrafo y leyes, también había una carrera corta que era dependiente de farmacia, pero ninguna estaba en la vocación de Don Francisco.
“Me inclinaba un poquito por la medicina, pero realmente no era mi vocación, quizá con el maestro de botánica me orientó hacia la biología; cuando terminé la preparatoria hubo un movimiento estudiantil en Michoacán, se cerró la universidad y la mayoría de los alumnos se fueron a México a la universidad o al Politécnico, no recuerdo cuántos meses estuvieron allá, se regresaron después, pero dos de mis hermanas trajeron un anuario de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas del Politécnico Nacional y ahí había carreras y entre las cuales estaba la de Químico Bacteriólogo y Parasitólogo, vi las materias que llevaban y dije esto es lo que yo quiero; al terminar el bachillerato en Morelia me fui a estudiar la profesional en la Escuela Nacional hice mi carrera”.
En aquel entonces había dos opciones, la Universidad Nacional o el Politécnico; en las aulas casi el 80% de los alumnos eran de provincia, todos ellos iban a la capital con una sola comitiva, estudiar”.
“Uno de mis maestros era el jefe de los Laboratorios de Salud Pública en el Distrito Federal y me dijo, vayan a practicar, sino van a salir y no van a saber hacer nada, vayan, practiquen, les doy para sus camiones y empezamos a ir a practicar. Al terminar el primer año, teníamos la ventaja que las clases del segundo año eran en la tarde, teníamos la mañana libre, aprovechamos para aprender, empezamos hacer suplencias, comenzamos a ganar algo, entonces del segundo y tercer año de estudiante ya tenía un ingreso para necesidades propias de la edad”.
“Un momento difícil la partida de la señora Leonor Gómez, madre de Don Francisco, “tuve la desgracia de que cuando estaba en los exámenes finales del segundo año murió mi mamá, mi hermano ya había terminado de ingeniero, estaba en Comunicaciones y Transportes, estaba en la provincia; venía con menos frecuencia a Morelia, por eso me tuve que hacer a la vida del Distrito Federal. Mientras yo estuve estudiando lógicamente mi papá se hacía cargo del sostén de la familia, mis tres hermanas como murió mi mamá siguieron viviendo en Morelia, venía a Morelia para pasar alguna temporada con ellas y algunas veces ellas se iban a México a pasarlos conmigo; una estaba estudiando medicina, otra que terminó de contador y otra que estudió farmacia; aparte del apoyo económico de mi papá ellas empezaron a valerse muy jóvenes, pero al terminar mi carrera nos quedamos en casa, nos quedamos sin beca, hubo que luchar profesionalmente para salir adelante”.
“Los últimos meses estuve yendo al Seguro Social en México y me contactaron de la ciudad de Torreón, había una oficina Panamericana de Salud, hubo la oportunidad de ir a trabajar ya como egresado, estuve tres años en Torreón, pero en aquel entonces la mayoría deseábamos tener un laboratorio de análisis clínico, porque el Seguro Social principiaba, el Issste todavía no existía, la Secretaría de Salud tenía muy pocas plazas para químico, entonces el futuro de un profesionista era poner un laboratorio”.
Colima fue un golpe de suerte o quizás el destino “cuando me vine a residir a la Ciudad de México estaba en una de las bancas de la escuela y estaban tres señores y me dijeron, oye no sabes de alguien que haya terminado que quiera poner su laboratorio y eran tres médicos de Manzanillo, yo no conocía Colima, había oído hablar, soy de Michoacán, pues era mi vecino Colima. Llegué a Manzanillo, pero creí que no tenía futuro, Manzanillo en aquel entonces ha de haber tenido unos 15 ó 20 mil habitantes y ya que estamos acá dije: Bueno voy a ver y me bajé del Camión en Tecomán, me gustó porque era lo semejante a la Comarca Lagunera donde había vivido yo tres años, también se veía con mucho futuro, pero Tecomán en aquel entonces debió haber tenido unos 10 mil habitantes, todavía no sostenía un laboratorio y ya de regreso a la Ciudad de México vine a Colima y me gustó, había un doctor Rafael Pineda Mendoza, un pediatra muy bueno también de Michoacán y me enseñó su Colima y me entusiasmó para que me quedara”.
“Cuando llegué tal vez había unos 15 médicos en la ciudad de Colima, quizá haya tenido alrededor de unos 25 mil habitantes, era muy chico, pero me gustó y me quedé”.
Una vez decidido a quedarse abre el primer laboratorio el 1 de agosto de 1957, “eran 20 mil pesos, no me alcanzó realmente, necesitaba todavía otros 5 mil para terminar de tener un laboratorio con los más elemental, hubo necesidad de conseguir los 5 mil pesos y abrimos el laboratorio con 25 mil pesos”.
Colima le abre los brazos a Laboratorios Vargas “afortunadamente desde un principio el grupo de profesionistas de la salud y la población de Colima me abrieron los brazos y había un laboratorio más o menos equipado y otro no tan bien equipado, tal vez haya sido el tercer laboratorio que se abrió en Colima, pero venía con el entusiasmo, los conocimientos y los deseos propios de venir de población grande y yo creo que no tan mal preparado, lógicamente cuando principié no tenía secretaria, uno preparaba los reactivos, lavaba material, hacía los exámenes, pero hacía lo necesario para aquella época, digamos las biometrías hemáticas, químicas sanguíneas, glucosa, creatinina, los generales de orina, los parasitoscópicos, todo lo que se puede hacer en una población como Colima”.
El crecimiento de Laboratorios Vargas fue una consecuencia del trabajo diario, la puesta en práctica de los valores éticos de la forma más estricta, pero asegura Don Francisco que hubo un ingrediente secreto, la suerte.
“Estuvimos 15 años en Ocampo enfrente del señor Moreno, a la vuelta donde está ahorita el Banco Nacional de México, a los 15 años ya se veía la necesidad de construir una casa y construir un nuevo laboratorio y equiparlo, fue cuando nos fuimos a Degollado 56, el laboratorio lo pusimos en la planta baja y la casa estaba en la planta alta”.
Una vida completa, éxito profesional y su mayor satisfacción la familia “gracias a Dios he tenido muchas satisfacciones, he tenido la fortuna de una familia que considero ejemplar con todos los altibajos de todas las familias, yo creo que profesionalmente me he realizado, sé que llegó un momento en que a los hijos o a las nuevas generaciones les toca despegar y subir otra proyección, siento me tocó vivir una época muy bonita profesionalmente, socialmente, siento que han predominado las cosas agradables; me siento realizado, siento que he llegado más allá de lo que tenía planeado y sé que si siguiera viviendo voy a seguir pensando en mejorar todavía, pero que no me va a tocar, soy realista, ver que mis hijos van a continuar me fortalece, el esfuerzo va a seguir adelante”.