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AGUSTÍN DE ITURBIDE EN EL CALENDARIO CÍVICO NACIONAL

Textos al Minuto J Jesús Jiménez

Tras su regreso de Europa, Agustín de Iturbide tomaba el té a bordo del bergantín Spring, fondeado en Soto la Marina, antigua provincia de Santander. Con ropa holgada de lino hindú resistía, echado sobre una hamaca los casi 40 grados de rigor. Sostenía entre sus manos Cartas sobre la tolerancia, libro del filósofo John Locke. El fugaz emperador mexicano se ilustraba con el fin de abrir un debate con sus antiguos aliados: los insurgentes liberales, con quienes pensaba reconciliarse, acaso sin querer darse cuenta que su enfrentamiento con aquellos era prácticamente irrenunciable. No sabía que bajo el cargo de “traidor lo pasarían por las armas casi de inmediato.

Corría el 14 de julio de 1823. El médico y acompañante de Iturbide, el coronel Beneski, desembarcó para sondear los ánimos sobre el otrora artífice de la consumación de la Independencia y fugaz emperador, encontrándose con Felipe de la Garza quien tras preguntar si Iturbide estaba abordo dijo que “sería bienvenido por lo mucho que se le apreciaba , así como por lo necesaria que era su presencia en el país”. El día 15 Iturbide descendió confiado y ,cosa curiosa, habría de ser una de sus mayores cualidades la que a la postre lo delataría ante sus verdugos: su exquisita y gallarda forma de montar. Enseguida de que le comunicó su situación de proscrito, el mismo día 17 De la Garza le anunció que

sería fusilado en tres horas a más tardar; sin embargo, cambió de parecer y dejó que el Congreso tamaulipeco decidiera la suerte del exemperador, marcada por el sino de la muerte. El 18 de julio de 1824 el Congreso tamaulipeco sesionó extraordinariamente para ver que hacer con el paquetón que significaba tener en sus manos a Iturbide. Dictaminó darle seguimiento al decreto de proscripción, que no era otro que el de la ejecución.

“Caminó tranquilo y erguido al lugar señalado para la ejecución. Dio ochenta pasos. Las tres onzas que le quedaban en los bolsillos las repartió entre los soldados. En el lugar designado para la ejecución, lanzó una ultima proclama a los mexicanos, a los que había dado su independencia y libertad. Le vendaron los ojos. Después rezó el credo y besó un crucifijo. Se dio la orden de fuego y el libertador de México, Agustín de Iturbide, cayó muerto[…]” .

He aquí el desenlace vital del máximo exponente del criollismo a quien, casi por cansancio, le tocó en suerte la conclusión de la guerra de Independencia de México, tras un baño de sangre que duró 11 años y tras los que el país entró en una etapa de profunda crisis económica luego que las estructuras de poder que prevalecían se vinieron abajo, se fugaron los capitales, descendió la producción minera, etcétera. Pero se ganaban derechos civiles y políticos y se fortalecía la Republica.

La Historia de México está llena de casos sobre los que no hay mucha claridad en cuanto a su tratamiento historiográfico. Algunos de ellos no muy lejanos en el tiempo. Incluso no han sido tratados con la justicia que se merecen por su lugar en la vida nacional. Uno de ellos, o más bien dos, son los casos de Hernán Cortés y de Agustín Iturbide, personajes fundamentales en la historia de la Conquista y del México independiente. Y si nos acercamos más al tiempo presente, tenemos que, por ejemplo, sobre la cristiada y sobre el mismo

movimiento estudiantil del 68, hay diferentes versiones y el Estado no ha incluido estos dos temas dentro de la enseñanza de la historia nacional. El historiador, periodista y escritor Luís González de Alba, aborda el caso de los dos primeros personajes de nuestra historia:

Cuando la rebelión del buen cura Hidalgo había desaparecido de la escena, un criollo cursi nos hizo independientes de España: Agustín de Iturbide, apenas segundo después de Cortés en el infierno de la historia oficial, por criollo –o sea hijo de otra madre que no es la nuestra- y por su cursi y breve imperio.

El caso del congelamiento de Iturbide y su destierro de la historia nacional es más que evidente; salta a la vista y, sin que tengamos la capacidad para descubrir los entresijos o las claves de su opacidad en las páginas del civismo nacional, o pretendamos emitir juicios de tipo ideológico sobre qué o cuáles son las razones de que su sola mención aterre a los historiadores de bronce, no dejamos de preguntarnos, sin embargo, lo siguiente:

  • ¿Por qué se celebra el comienzo de la lucha por la Independencia y no también su conclusión?
  • ¿Por qué el primer patriota, Miguel Hidalgo, goza –como se merece- de tantas biografías, ceremonias y alusiones de carácter cívico, siendo que como estratega y como líder independentista tuvo muchos oscuros, y Agustín de Iturbide, que fue quien logró la Independencia de México es ignorado?
  • ¿Por qué no se celebra el 27 de septiembre, día glorioso en que el Ejercito Trigarante entró a la Ciudad de México con Iturbide y Guerrero a la cabeza?

Estas y otras preguntas intentamos esclarecer en este ensayo sobre Don Agustín de Iturbide.

Aunque se le puede criticar la falta de seriedad en su estilo, en el fondo Gonzalez de Alba podría tener razón cuando señala que Iturbide se encuentra en el infierno de la historia de bronce nacional. Antes de entrar más en el fondo de este concepto que clasifica a una corriente de la historiografía, es bueno aclarar en lo que consiste la historia de bronce, a fin de que los neófitos comprendamos un poco más. Se le llama así a la manipulación que hace el Estado de los propios personajes históricos para legitimar y respaldar sus símbolos e ideales, es decir reproduciendo y exaltando las virtudes de las figuras de la historia, con el fin de proyectar a través de ellos valores de unidad

.. Hay una frase contundente que describe la historia de bronce hoy en la modernidad. Se ha dicho, con increíble exactitud que “la historia la hacen los vencedores”, Todos habremos escuchado esta expresión, sin duda alguna. Ah! Pues eso le podría estar pasando precisamente a Iturbide, que luego de su efímero imperio, los triunfadores, en una lógica de poder que ha existido desde siempre, jamás iban a conceder vida histórica a un enemigo.

¿De qué lado estar en este enfrentamiento sobre la existencia y el nombre dentro de la historia nacional? Que cada cual lo decida. Aquí se exponen algunos elementos para explicarnos un hecho ineludible, real, concreto: el poco interés de la cultura cívica por el personaje que supo aglutinar intereses y coyunturas para concretar lo que era impostergable en ese tiempo: la Independencia de México respecto de España.

Muy a su estilo González de Alba nos concede algunos elementos para penetrar en la situación y la personalidad de Iturbide, y que incluimos a manera sólo de antecedentes y en tanto llegamos al conocimiento o la aportación de historiadores en forma. Dice que: “Hidalgo es el padre de la patria por decreto, no por sus logros, pues fallida su rebelión fue aplastada en poco tiempo como otras durante la Colonia; Morelos encabezó otro levantamiento de poca extensión en un territorio inmenso y su derrota fue absoluta; Guerrero quedó convertido en un simple fugitivo perdido en las montañas del sur, donde se pudo haber quedado hasta morir de muerte natural a avanzada edad, pues en nada afectaba la marcha del virreinato un rebelde oculto en las montañas” .

Una de las figuras más auténticas dentro de la galería de próceres mexicanos, lo es don Vicente Guerrero. Los mexicanos recordamos la frase que se le atribuye y que sin duda nos emociona en nuestros sentimientos cívicos y de identidad nacional: “La Patria es Primero”. Está inscrita con letras de oro en el libro de nuestra historia nacional, donde, por cierto poco o casi nada figura el otro personaje con quien el costeño suriano pactó un cese el fuego y el fin de la guerra de Independencia. Se la atribuían pocas luces a Guerrero, pero tampoco Iturbide le llevaba mucha trecho, porque a la postre sería precisamente su poca preparación la que le llevaría a cometer muchos errores, como se verá líneas adelante. Sin embargo, Guerrero da muestra de su carácter y determinación cuando le responde una de las primeras misivas que Iturbide le hizo llegar para ir construyendo la paz y, por ende, la impostergable independencia de México:

[…] Sepa usted distinguir y no confunda; defienda sus verdaderos juicios y esto le labrará la corona más grande; entienda usted: yo no soy el que quiero dictar leyes ni pretendo ser tirano de mis semejantes; decidase(sic) usted por los verdaderos intereses de la nación, y entonces tendrá la satisfacción de verme

militar a sus órdenes y conocerá un hombre desprendido de la ambición e intereses, que sólo aspira a sustraerse de la opresión y no a elevarse sobre las ruinas de sus compatriotas[…] Convencido, pues, de estas terribles verdades, ocúpese usted en beneficio del país donde ha nacido, y no espere el resultado de los diputados que marcharon a la península; porque ni ellos han de alcanzar la gracia que pretenden, ni nosotros tenemos necesidad de pedir por favor lo que se nos debe de justicia, por cuyo medio veremos prosperar este fértil suelo y nos eximiremos de los gravámenes que nos causa el enlace con España

Agustín de Iturbide fue uno de los más feroces combatientes de los insurgentes; michoacano como Hidalgo y como Morelos, tenía relación con el primero, quien llegó a ofrecerle que luchara del lado de los insurgentes. Iturbide lo rechazó. En su testamento redactado en Liorna, Italia, a donde lo confinó el exilio, el fugaz emperador manifiesta sus razones para no adherirse a la causa. Incluso, es contundente contra los primeros insurgentes, y con estas palabras nos damos una idea de que su enfrentamiento con aquellos no era producto de ese ir y venir de militancia y de ideología que vivían los personajes de la lucha y la vida política de ese tiempo, sino que su militancia realista descansaba sobre el conocimiento de una realidad. Además de confesar que despreció la seductora propuesta porque estaba convencido que los planes del cura Hidalgo estaban “mal concebidos; ni podían producir más que desorden, sangre y destrucción, y sin que el objeto que se proponían llegara a verificarse…El tiempo demostró la certeza de mis predicciones. Hidalgo y los que le sucedieron, siguiendo su ejemplo, desolaron el país, destruyeron las fortunas, radicaron el odio entre europeos y americanos…aniquilaron la industria, hicieron de peor condición la suerte de los americanos, excitando la vigilancia de los españoles, a vista del peligro que les amenazaba, corrompieron las

costumbres y lejos de conseguir la independencia, aumentaron los obstáculos que a ella se oponían”.

Fue su capacidad de combate la razón de que se le enviara a combatir a Guerrero en las montañas del sur. En esas andaba, tratando de reducirlo, cuando “apoyado por el alto clero, los españoles y los criollos mineros y latifundistas, pactó con aquel y lanzó el Plan de Iguala o de las Tres Garantías: religión única, unión de todos los grupos sociales e independencia de México con monarquía constitucional y rey prefabricado en alguna de las casas reinantes de Europa. Luego emprendió una doble campaña diplomática y militar que en cinco meses lo hizo todo”.

Estas condiciones favorables para el pacto y la conclusión de la independencia, las señala también el historiador Ernesto de la Torre Villar, cuando afirma que “el ultimo elemento de importancia que interviene en el movimiento de independencia y que da el tinte final a su consumación, es la reacción conservadora de la colonia al triunfo de los liberales en la metrópoli en 1820. Las medidas anticlericales de las cortes, el terror a las represalias por haber defendido el absolutismo de Fernando VII, el descontento del Ejército, fueron factores importantes que Agustín de Iturbide aprovechó para unir al clero, a los europeos y al ejercito a su Plan de Iguala que, bajo las ideas de Unión, Libertad y Religión, logró consumar la independencia de México en 1821”.

No obstante que Iturbide fue el digamos que como encargado de concluir una independencia que por necesidad tenía que ocurrir, dadas las condiciones que prevalecían en la misma España, la historia nacional no le reconoce tal proeza. El tema ha sido discutido de alguna manera. Aunque por diversas razones no se ha llegado a fondo. Hay dos razones que se pueden abonar al tema y a la realidad de Iturbide. Una de ellas, para empezar, es la de que la historia

interpretativa o crítica es relativamente nueva en México, y su impulso es conocido que se debe a los republicanos españoles que llegaron a México exiliados tras asumir el poder en España el dictador Francisco Franco; la otra necesariamente tiene que ver con la gran tradición liberal del país, y si agregamos una tercera, sin lugar a dudas lo es la realidad de un régimen político de partido de Estado que duró setenta años en el país y que mantenía y sigue manteniendo una historia de bronce casi sagrada. No obstante han habido intentos aislados por discutir el éxito de la Independencia. Dentro de la historiografía mexicana, hay historiadores que han sostenido un debate sobre la adjudicación del triunfo de la independencia. Entre estos destaca Lucas Alaman que sostiene que:

[…] 2º. La revolución de Hidalgo y de sus seguidores, durante once años fue diversa de la Revolución de Iturbide: esta revolución no tiene relación con aquella, la cual acabó en 1818; la revolución de Iturbide fue una revolución enteramente nueva, y a Iturbide se debe exclusivamente la Independencia de México. 3º. La creencia de que la Independencia se debe a Hidalgo y a los demás jefes anteriores a 1821, es un error vulgar. 4º. Hidalgo, al proclamar la independencia, no tuvo ningún principio político como lo tuvo Iturbide, que fue el Plan de Iguala. 5º. Unos fueron los medios con que hicieron la revolución Hidalgo, Allende, Morelos y demás jefes hasta Guerrero, y otros fueron los medios con que hicieron la revolución Iturbide y sus subalternos los ex-realistas Pedro Celestino Negrete, Vicente Filisola, Antonio López de Santa Ana, Anastasio Bustamante, Luís Quintanar, Luis Cortazar, Miguel Barragán y José Joaquín de Herrera, y los antiguos independientes Vicente Guerrero, Nicolas Bravo y Ramón Rayón. 6º. Si hubieran triunfado los jefes de la independencia antes de 1821, probablemente el gobierno que hubieran establecido hubiera

causado más males que el Imperio de Iturbide, 7º. Atenuar demasiado los crímenes de los realistas y extenuar los crímenes de los insurgentes.

Estos principios alamanistas sobre la revolución de independencia son desmentidos totalmente por el historiador Anastasio Bustamante, punto por punto, o mejor dicho, principio por principio. Antes de señalar su respuesta, queremos hacer una observación crítica que sobre ellos hace el historiador Agustín Rivera, y que necesariamente tenemos que incluir aquí, porque nos ilustran sobre el grado de confrontación que de alguna manera existía entre liberales y conservadores, es decir, entre insurgentes e iturbidistas. Sobre Bustamante, dice este historiador que :

[…] hubiera hecho un servicio importantísimo a la Historia y a la Literatura nacionales si, menos fanático por la revolución, hubiese dado en sus escritos más lugar a la imparcialidad y a la buena crítica. Sin embargo de los errores de que están llenos y de grave mal que con ellos ha causado, haciendo formar de la revolución una idea enteramente falsa, todavía son apreciables por la multitud de noticias que contienen, aunque no se pueden recibir sin examen, y sobre todo por los muchos importantes documentos que ha dado a luz…Estos han sido de mucha utilidad al autor de esta obra[…] siendo las obras del citado escritor una cosa necesaria en la biblioteca de todo el que quiera tener noticia exacta de los acontecimientos de aquella época .

Es probable que los historiadores de la época, con su militancia o pertenencia ideológica hayan contribuido con la polaridad en torno a la conclusión o el logro de la misma independencia, y en consecuencia a la confrontación de la visión que sobre la historia tuvieron los liberales y los conservadores. El mismo Agustín Rivera, señala que “en cuanto a parcialidad Bustamante y Alaman son del mismo salvado, según el lenguaje de la escuela: ejusdem futuris. Esta

contrariedad de opiniones entre los dos primeros historiadores de nuestra revolución de Independencia, por haber sido el uno militar insurgente (Bustamante), y el otro (Alaman) el amigo de los virreyes y empleado público en el gobierno realista, ha producido en nuestra nación cinco opiniones y cinco clases de opinantes sobre la materia” […]

A contrario sensu que Alamán, Bustamante sostuvo en sus principios sobre la revolución de Independencia, los siguientes:

1º. La revolución de Independencia sí tuvo una estrecha relación con la nación india del tiempo de Moctezuma. 2º. La revolución de Iturbide fue la misma revolución de Hidalgo,, comenzada por éste, sostenida por sus seguidores once años y consumada por Iturbide.3º. el juicio de que Hidalgo proclamo la Independencia, Allende, Morelos y demás jefes hasta Guerrero la sostuvieron durante once años e Iturbide la consumó, no es un error vulgar, sino un juicio cierto y un sentimiento nacional. 4º. Hidalgo, al proclamar la Independencia de México, tuvo y expresó un principio político. 5º. La revolución de Hidalgo y la revolución de Iturbide fueron diversas en cuanto a un accidente, que fue la forma de gobierno que se proclamaba. 6º. Los medios con que Hidalgo y sus seguidores hicieron la revolución fueron unos, y los medios con que Iturbide hizo la revolución fueron otros. 7º. Si hubieran triunfado los jefes de la Independencia antes de 1821, probablemente el gobierno que hubieran establecido habría tenido poco más o menos los mismos resultados que el Imperio de Iturbide. 8º. Atenuar demasiado los crímenes de los insurgentes y exagerar los de los realistas.

Rivera asume una posición frente a estas dos maneras de interpretar los hechos de la Independencia. Se inclina por la interpretación de Bustamante, diciendo que zafando el principio 8º. “los siete anteriores, en mi humilde juicio juzgan

con acierto, como quedará probado en este libro” Incluso, dicho sea de paso, este historiador, ante las tendencias con que ven la historia estos dos autores señalados, recomienda que “todo el que emprenda el estudio de la Historia de México o de cualquier otra nación, debe armarse de un buen cedazo”.

Si se pretende encontrar la razón del destierro de Iturbide del campo de la historia cívica nacional, es necesario recurrir a la propia relación que este tuvo con los insurgentes una vez que se hizo la declaración de Independencia. La discordia se hace presente. Sobre el enfrentamiento de visiones sobre el papel de Iturbide y de los Insurgentes, algunos historiadores han puesto en evidencia elementos que permiten encontrar las raices de la discordia y el encono que mantuvieron iturbidistas e insurgentes:

“oportuno parece en este lugar contradecir a Alamán que para justificar a Iturbide del odio y aversión que manifestó hacia los primeros insurgentes con notoria injusticia, dice que nada debió a estos la obra de la emancipación[…] Injusto, por tanto, fue Iturbide al repeler a los antiguos insurgentes, como lo es el historiador que con espacioso razonamiento pretendió apoyar la injusticia” .

Esas primeras manifestaciones de discordia se encuentran también en la constitución de los partidos. Cuando se constituyó el partido escocés “llamado así por haberse formado en las logias del rito que lleva ese nombre, aunque con elementos heterogéneos, naturalmente originó la formación de otro partido compuesto de iturbidistas y de todos aquellos que deseando la independencia absoluta querían instituir un gobierno monárquico, pero enteramente nacional. Ambos partidos, ya con tendencias bien definidas, comenzaron a poner en acción todos sus recursos de influencia y actitud, y los negocios públicos, desde entonces comenzaron a resentirse de la lentitud que ocasionan los intencionales embarazos que las oposiciones sistemáticas amontonan.”

La mayoría de los historiadores coinciden en el crecimiento y el papel protagónico que dentro de la lucha de independencia jugó la francmasonería. Al revisar los textos de historia encontramos una gran cantidad de alusiones a las diversas logias que se establecieron en el país provenientes de la metrópoli. Don Enrique Olavarría, encargado de elaborar el capítulo “México Independiente” del Compendio General de México a Través de los Siglos, coordinado inicialmente por el destacado humanista liberal Vicente Riva Palacio; señala (pp.65-66) que “en medio de este desordenado movimiento la francmasonería había ido creciendo, alistándose numerosos empleados, militares y funcionarios en sus logias que, como antes hemos dicho, tomó el nombre de escocés el citado partido. Se determinó por éste fundar un periódico titulado El Sol, que dejó ver, que su exclusivo objeto era el de hacer a Iturbide la más ruda oposición” (el subrayado es del ensayista).

Así fueron presentándose algunos hechos y acciones que permiten identificar el enfrentamiento constante y sostenido que tras la conclusión de la Independencia, establecieron liberales insurgentes e iturbidistas. Otro ejemplo notable, lo constituye la comparecencia de Iturbide ante el Congreso, a donde acudió impulsado por la necesidad de dar cuenta de lo que sucedía:

Ocupó lugar al lado del presidente, dio cuenta de la gravedad de la situación, y a continuación se retiró. Llamada la Regencia ante el Congreso, el regente Yañez manifestó ignorar el motivo de la inquietud y ansiedad que se notaba; entonces Iturbide, perdiendo el aplomo con que debía conducirse, prorrumpió diciendo “porque hay traidores en la Regencia y el Congreso, como lo manifiestan estos documentos”. El regente Nuñez creyóse aludido por Iturbide, y replicó indignado: ¿Cómo es eso de traidores?, Usted es el traidor. El diputado Múzquiz, seguido de otros muchos, propuso se declarase traidor al

generalísimo, cosa que hubiera sucedido de no haberlo impedido Fagoaga, que se opuso y logró persuadir a sus colegas de lo peligroso que sería llegar a esta situación” .

En el enfrentamiento de visiones de liberales y conservadores, por el bando de aquellos destacó el doctor Don Servando Teresa de Mier monje de Santo Domingo secularizado que a decir de Agustín Rivera era un hombre de gran talento y saber, de una sátira muy aguda y temible republicano y enemigo acérrimo de las instituciones monárquicas, y por lo mismo enemigo acérrimo de Iturbide y del Imperio, de la nobleza y de la Orden de Guadalupe, creados por Iturbide. El mismo doctor Mier se encargó de satirizar a los miembros de esta orden, compuesta por ancianos, canónigos, condes, duques, marqueses, apodándolos huehuenches, derivado de una palabra azteca que quiere decir viejitos. Al respecto, el historiador Alamán dice que el apodo de huehuenches se propagó por la prensa y se generalizó entre los enemigos del Imperio de Iturbide. .

Toda vez que estamos abordando el tema de Iturbide y la historia nacional, y que al hacerlo tenemos que analizar los elementos tanto de tipo republicano como monárquicos, resulta interesante que incluyamos la definición que sobre “liberal” y “conservador” existía en la época. En cuanto a los conservadores, Alamán los define mediante estos siguientes puntos:

1º. Queremos “conservar la religión católica[…] sostener el culto con esplendor[…] impedir por la autoridad pública la circulación de obras impías e inmorales.

2º. “Deseamos que el gobierno tenga la fuerza necesaria[…]aunque sujeto a principios y responsabilidades que eviten los abusos”

3º. “Estamos decididos contra el régimen federal, contra el sistema representativo por el orden de elecciones[…] y contra todo lo que se llama elección popular…”

4º. “Creemos necesario una nueva división territorial que confunda la actual forma de Estados y facilite la buena administración.

5º. “Pensamos que debe de haber una fuerza armada en número suficiente para las necesidades del país”.

6º. “No queremos más Congresos […] sólo algunos consejeros planificadores”.

7º. “Perdidos somos sin remedio si la Europa no viene pronto en nuestro auxilio”.

Por su parte, el historiador Luis González y González en el capítulo “El periodo formativo” que le tocó elaborar para la Historia Mínima de México, bajo la coordinación de Daniel Cosío Villegas, dice respecto de los liberales( p. 110) que: “al contrario de los conservadores, los liberales negaban la tradición hispánica, indígena y católica; creían en la existencia de un indomable antagonismo entre los antecedentes históricos de México y su engrandecimiento futuro y en la necesidad de conducir a la patria por las vías del todo nuevas de la libertad de trabajo, comercio, educación, y letras, tolerancia de cultos, supeditación de la iglesia al Estado, democracia representativa, independencia de poderes, federalismo, debilitamiento de las fuerzas armadas, colonización con extranjeros de las tierras vírgenes, pequeña propiedad, cultivo de la ciencia, difusión de la escuela y padrinazgo de los Estados Unidos del Norte”.

Esta definición de cada uno de los bandos, nos permite tener claridad sobre lo que vendría después de la consumación de la independencia. Sobre todo en cuanto al origen de la “traición” de que se acusa a Iturbide. Siendo todo afán monárquico algo detestable para los liberales o republicanos, Agustín cargó con ese estigma acaso desde que sucumbió al encanto de convertirse en monarca. He aquí cómo  se convierte en Emperador:

[…] La noche del 18 de mayo (1822) se vieron aparecer diversas partidas de soldados que coreaban, gritaban, votoreaban y ponían en alarma la ciudad. Era que un sargento llamado Pio Marcha, había hecho tomar las armas a las tropas del cuartel y lanzándose con ellas a la calle proclamando a Iturbide con el título de Agustín I […] Iturbide, por su parte, en el manifiesto de Liorna asegura no haber tenido parte, hasta el punto de que sus primeras intenciones fue desaprobarlo, y por último ante la unanimidad de las manifestaciones, se resignó y cedió a los votos del pueblo.

Se le podrá criticar e ignorar a Iturbide por sus afanes despóticos que mostró en su efímero imperio y que a la postre sus propios errores le habrían hecho abdicar del mismo, pero no se puede dejar de resaltar un hecho, a fuerza de ser objetivos, de gran trascendencia, y es el de que el Congreso Constituyente, “aunque en el predominaban los enemigos de la monarquía, eligió a Iturbide emperador con el nombre de Agustín I. Este, tras una coronación fastuosa, gobernó once meses, desde mayo de 1822”. Sin embargo, es precisamente durante esos once meses en los que cometió graves errores que lejos de co- gobernar con los liberales insurgentes, hizo lo contrario:

En agosto supo de una conspiración antiiturbidista en la que estaban metidos algunos diputados. En octubre, deshizo el Congreso y nombró en su lugar una junta encargada de hacer un reglamento político provisional y convocar a elecciones de nuevo Congreso[…] En marzo(1823), Agustín I se arranca la corona, restablece el disuelto Congreso y sale del país.

Este periodo que va de la conclusión de la independencia, 1621, hasta muy entrada la primera mitad del siglo XIX, se considera un periodo muy crítico, pues disuelto el control político y económico del virreinato, el país entró en una profunda crisis donde, como ya lo mencionamos, la minería se desplomó catastróficamente junto con el resto de actividades económicas. Ernesto de la Torre Villar señala que :“En 1823 el optimismo persiste; sin embargo, no faltan tristes augurios, como este de la Gaceta de Gobierno; ‘la nación mexicana – dice- se halla reducida a la última miseria; las fuentes de su riqueza se obstruyeron, emigraron los capitalistas, faltó la confianza, abundaron gastos, robos, y dilapidaciones. Triste es la perspectiva que se presenta a los gobernantes, un cadáver reciben y es su deber animarlo’. Esto nos habla de ese grado de incertidumbre en los primeros años del Estado mexicano.

En ese contexto de incertidumbre, lo que mayor fuerza adquiere o lo que con mayor definición nos han legado los primeros historiadores, es la lucha por el poder, que se da a través de las logias o los famosos clubes liberales, cuya tradición adquiere su mayor rango durante todo el siglo XIX, no sólo en México o en América, sino en Europa llegando hasta Rusia. Ahí están precisamente las raíces del papel que le tocaría vivir a Agustín I. Eran dos mundos, dos cosmogonías del poder; los unos enfocados o cercanos al absolutismo, es decir los conservadores promotores de la monarquía ; y los otros

que se inclinaban por los principios y por los ideales de la Ilustración francesa, es decir, los liberales. Su confrontación ideológica parecía en esa época irrenunciable. De modo que , para decirlo con don Enrique Olavarría: “Mientras el hombre de Iguala acariciaba las más lisonjeras ilusiones, el Congreso de México le respondía con terribles edictos de proscripción y muerte. En efecto, el 3 de abril el Congreso(1823) declaró traidor a do Agustín de Iturbide y traidores a cuantos de algún modo protegiesen su regreso a la República, y el día 28 se modificaba y ratificaba el inicuo decreto promulgado antes de que se recibiese la comunicación de Iturbide. Ignorando Iturbide el prematuro fallo que pesaba sobre su cabeza, el día 4 de mayo se hizo a la vela en el puerto de Londres a bordo del bergantín inglés Spring, anclado en la barra de Soto la Marina el 14 de julio. Desembarcó en la mañana del 15, y el 16 fue alcanzado en un punto llamado Los Arroyos, por el general Garza, quien ordenó fusilarlo pocos días después en la Villa de Padilla.

Los constituyentes de 1824 fueron quienes emitieron la orden de fusilar a Iturbide bajo el cargo de traidor. A ellos también se deben las primeras elecciones en que en que salieron electos Guadalupe Victoria para presidente y Nicolás Bravo para vicepresidente. La República está constituida. Y también con ellos se empieza construir una historia de bronce que trasciende hasta la fecha. Desde los orígenes del Congreso, el mismo que en su corto periodo como gobernante disolvió, y que luego restableció, Iturbide quedó fuera de los libros o páginas de oro de la historia parlamentaria nacional y, en consecuencia del calendario cívico nacional. Ese Congreso, el 19 de julio de 1823, a escasas 48 horas de haber dado cuenta de la vida del efímero emperador, expidió un decreto declarando beneméritos en grado heroico a Hidalgo, Allende, Juan Aldama,

Abasolo, Morelos, Matamoros, Leonardo Bravo, Miguel Bravo, Hermenegildo Galeana, Jiménez, Mina, Moreno y Rosales. Posteriormente se agregaron a esa pleyade de los primeros próceres formales de la vida independiente de México, los de Barragán, Múzquiz, Ramos Arizpe, Victoria, Ignacio Rayón y Vicente Bravo.

Ese decreto que convierte en héroes a esos grandes patriotas, inmortalizando su nombre, comienza diciendo que:

El soberano Congreso Mexicano, que jamás ha visto con indiferencia los sacrificios que los buenos patriotas han prestado a la Nación en todas épocas para sostener su independencia y libertad, ha tenido a bien decretar: (aquí se incluyen los nombres arriba señalados) […] El presidente anunciará que la Nación ha acordado, por medio de sus representantes, que se inscriban con letras de oro, en el salón de Cortés, los nombres de estos héroes que se sacrificaron por la independencia y la libertad nacional

Desde entonces se aisló el nombre de Iturbide, y hasta la fecha no aparece en los libros de historia cívica nacional. Dicha omisión no es fortuita, pertenece al predominio del liberalismo mexicano a lo largo de la historia nacional a partir del México independiente. Es una muestra de la persistencia del liberalismo y de la cultura republicana que al igual que a otro personaje, también monarquista, por cierto, no le ha perdonado a Iturbide su tentación de acercarse a un gobierno absolutista, cuando fueron precisamente las ideas de la Ilustración las que en la mente de los artífices y estrategas de la Independencia luchaban por la instauración en México de una República con instituciones civiles y democráticas formadas con la democracia liberal surgida con la propia Revolución francesa.

Esta es su historia como emperador: “Apenas se contaba 18 meses desde aquel día venturoso en que el héroe de Iguala se presentaba a sus conciudadanos que le aclamaban como el padre de la Patria, libertador del pueblo e hijo mimado de la victoria, cuando por una de esas evoluciones que súbitamente cambian los destinos de las sociedades, el torbellino de la insurrección militar arrancaba el solio a Iturbide, y lo empujaba ya despojado de sus galas imperiales, y hasta de las brillantes ilusiones que concibiera para la dicha y engrandecimiento de su patria. Así cayó el intrépido soldado que apenas hacía 10 meses lograra ceñir su frente con la diadema de los césares”. Quien así se expresa de Iturbide y su fugaz imperio es el historiador Enrique Olivarria, quien además hace una reflexión sobre este personaje poco comprendido por la historia nacional, y que resulta interesante a manera de conclusión:

“Rara vez eso que ha querido llamarse razón de Estado, no ha tenido por fundamento alguna injusticia enorme. En el Decreto que declaraba traidor a Iturbide no hay sólo injusticia, sino pasión acerba y hasta falta de sentido común; ¡Traidor! ¿a quién había hecho traición el hombre de Iguala? Solamente al gobierno español, pero esa traición a los ojos del mundo, a la luz de la historia y bajo la ley del sentimiento de todos los pueblos oprimidos, quedaba legitimada por el noble objeto de la independencia; el hecho de haberla consumado es indestructible, y el nombre de quien la realizó bajo los más felices auspicios, no merece quedar en la historia como el de una persona ilustre que hizo bien a su patria y a quien sus conciudadanos deben un recuerdo constante de justa gratitud”

Pero ¿cómo pensaba Agustín de Iturbide? ¿que ideas tenía de los mexicanos?

¿qué quería para el país?. Estas preguntas se encuentran respondidas en una carta que escribió en el bergantín inglés “Spring” horas antes de que se le

ejecutara de la manera ya señalada. Considero que este breve ensayo sobre los hechos y la vida de Agustín de Iturbide no estaría completo sin incluir tal documento en sí muy ilustrativo sobre el pensamiento filosófico de nuestro personaje aquí tratado:

Mexicanos:

Al llegar a nuestras playas, después de saludaros con el más vivo afecto y cordialidad, mi primer deber es instruiros de los motivos por que he vuelto de la Italia, como vengo, y con que objeto: espero que os prestéis dóciles á mi voz, y daréis a mis palabras el asenso que merece el que en todas ocasiones fue veraz.

La experiencia os há enseñado por una serie de acontecimientos tan exquisitos, como claros y sabidos, que siempre precedió la meditación a mis operaciones de pública trascendencia, que estas tuvieron constantemente por movil la verdadera y sólida felicidad de la patria, y por regla la prudencia y la justicia.

Os haría un agravio notorio si tratase de persuadiros que la España está protegida por la Santa Alianza, y que no se conformó, ni se conformará con la pérdida de la joya más preciosa que pudiera apetecer: no podréis con todo estar al alcance de los innumerables resortes que se mueven a la distancia y dentro de nuestro propio suelo, para volver a dominarlo; mas yo que con mi visita a Europa me vi en estado de saber mucho y conocer más sobre este punto, quedé mui seguro de vuestra inminente ruina, la que jamás podría serme indiferente, y he aquí Mexicanos, los motivos porque vuelvo a visitaros desde regiones tan remotas, venciendo los obstáculos, y eludiendo las tramas que la misma Santa Alianza me formaba empeñosamente para impedirlo.

Vengo no como Emperador, sino como un soldado, y como un Mexicano; mas aun por los sentimientos de mi corazón, que por los comunes de la cuna: vengo como el primer interesado en la consolidación de nuestra cara Independencia y justa libertad: vengo atraído del reconocimiento que debo al afecto de la nación en general, y sin memoria alguna de las calumnias atroces con que quisieron denigrar mi nombre mis enemigos, ó enemigos de la patria.

El objeto es solamente, contribuir con mis palabras y mi espada a sostener la Independencia y libertad mexicanas, ó a no sobrevivir a la nueva y más ominosa esclavitud, que con empeño le procuran naciones poderosas, á quienes sirven de instrumento algunos hijos desnaturalizados, y muchos ingratos españoles; pretendo asimismo, mediar en las diferencias que existen entre nosotros, y os arrastrarían por sí solas a la ruina, restablecer el inestimable bien de la paz, sostener el gobierno que sea más conforme a la voluntad nacional, sin restricción alguna, y concurrir con vosotros a promover eficazmente la prosperidad de nuestra patria.

Mexicanos: muy en breve os dirigirá nuevamente la palabra vuestro amigo más sincero y afecto.

A bordo del Bergantín Springs, mes de junio de 1824 Agustín de Iturbide