CRÓNICA DE UN VIAJE A LA MONTAÑA: LA GLORIA ESCONDIDA. 2004 – TEXTOS AL MINUTO
J Jesús Jiménez
El camino presenta una panorámica natural soberbia. Desde que se adentra uno en la carretera a Minatitlán, apenas pasando el puente del “Rio Grande” y el crucero de Zacualpan, el paisaje, de un verdor eterno y de una gran diversidad de fauna y flora, se va desplegando ante nuestros sentidos en forma cautivadora. Nada se deja de ver, desde los helechos engarruñados que cuelgan de los paredones del cerro hasta las enredaderas caprichosas, que se tienden formando alfombras entre los árboles de las casitas aledañas.
Debido a que la ruta a Minatitlán escapa de las actividades comerciales y sociales de la mayoría de los colimenses y avecindados, muchos no conocemos este encantador paseo natural que, a lo largo, conforme se va elevando el nivel del terreno o va uno descendiendo, según sea el caso, va cambiando su tipo de vegetación; tanto, que algunos expertos narradores de la crónica alternativa- aquella que va más allá del mundillo cultural y y del periodismo político- se atreven a decir que el rumbo de Minatitlán presenta un abanico de vegetación y microclimas muy parecido ,incluso, a regiones sudamericanas. Quien no lo conozca, tiene que hacer ese recorrido. Como lo hizo hace unos días quien esto escribe.
Aunque era un asunto de trabajo el que nos llevaba a nuestro destino: La Gloria Escondida, nuestra formalidad laboral se hace a un lado para hacer la crónica del viaje, como una manera, precisamente, de contribuir a la divulgación del potencial que tiene la zona para el desarrollo del turismo alternativo.
Minatitlán es un municipio, al igual que todos los demás que conforman el paraíso colimense, con muchos atractivos que garantizan un buen paseo en fin de semana. Dentro de sus exóticos atractivos hay una laguna que la gente considera un “ojo de mar”, pero también, por ejemplo, el balneario natural El Salto es, hoy por hoy, el mejor centro de recreo acuático de toboganes que hay en el estado de Colima. Está enclavado en una zona boscosa que ya la quisieran o hubieran querido tener como escenografía natural los cineastas de Jurasic Park. Pero ese será motivo de otra crónica; ahora le toca a La Gloria Escondida.
Salimos de Colima a las ocho de la mañana y en cosa de una hora estábamos en la cabecera municipal de Minatitlán, misma que cruzamos en escuadra a la derecha, para dirigimos a la comunidad Agua Fría, a través de una carretera de terracería que, nos explica Francisco Manuel Silva, es el antiguo camino que llevaba a Manzanillo. Quince años de constante relación con Minatitlán respaldan su información. Vamos escuchándolo con interés. El camino a la ranchería Agua Fría es realmente caprichoso en su flora y se observa una gran cantidad de aves de todo tipo y tamaños formando un concierto encantador, obviamente de cantos, llamados o notas de distintas aves.
Nos reciben en Agua Fría los hermanos Alejandro y Jesús Nuñez Figueroa, y Efrén Quiñones Moreno, que a su vez son representantes de los grupos que tienen puesta la mira en un proyecto de turismo alternativo bastante original, y en el que han invertido parte de su tiempo y capital familiar, captando algunos apoyos de las instituciones que, sin embargo han sido insuficientes. La Gloria Escondida se trata de un destino de turismo alternativo que incluiría la modalidad de turismo cinegético de vanguardia, implicando para ello la necesidad de contratar un estudio de impacto ambiental que representó un desembolso de 90 mil pesos pero que fue de gran utilidad, pues registró información de la diversidad forestal y de fauna. Manifiestan los campesinos que la caza se permitiría en una zona restringida, en donde los cazadores tendrían un permiso para cazar un venado cola blanco, siempre y cuando pudieran pagar el costo que se impondría para tal derecho, de modo que se garantizaría que no cualquiera pudiera hacerlo.
La Gloria Escondida lleva en su propio nombre las características que la definen: es una gloria recóndita. Antes de hacer el viaje montaña arriba para admirar su regia naturaleza, se nos ofrece un almuerzo en casa del señor Jesús Núñez Figueroa. Un comal ardiente dora los taquitos de frijoles, aderezados con queso o con chicharrón en salsa de tomate. El generoso corazón de la familia anfitriona se manifiesta con gran voluntad y amabilidad. No podía faltar la taza de un exquisito café que ya quisieran tomarlo los embajadores. Por cierto, este es un severo problema, nos comenta el señor Nuñez Figueroa, pues el grano ya no tiene precio y muchos ya ni lo cortan. Hace cinco o seis años lo pagaban a 5 pesos con 40 centavos, y en estos días, a 2 pesos el kilogramo. Están preocupados y reclaman apoyos para molinos y tostadoras.
Luego del suculento y típico almuerzo de rancho, nos alistamos para subir a la montaña. Se adelantan cuatro bestias ensilladas, y nosotros nos subimos con Efrén Quiñones Moreno a una Pick-Up que, por cierto, está estrenando una brecha que se abrió para el proyecto y que tiene, desde la ranchería hasta donde aquella concluye, unos 5 kilómetros. El primer apoyo que sería de gran utilidad para su proyecto podría ser una camioneta cuatro por cuatro, dado lo accidentado del terreno. A ver si los políticos electoreros se atreven a pasar de las palabras a los hechos. Ellos, los habitantes de este hermoso y exuberante lugar, como todos los campesinos, son gente agradecida. La subida es lenta dado el angosto y serpenteado camino. A los lados, unos enormes declives parecen advertirte de que que si te vuelcas, si bien te va-quedas atorado en los troncos de los inmensos árboles que alcanzan alturas de 30 o 40 metros. Pero el trayecto es seguro. Estamos realmente en una zona boscosa de la Sierra Perote donde biólogos y botánicos de diversas partes del país y de Norteamérica frecuentemente realizan estudios sobre la rica flora y fauna que se conserva en condiciones, a mí ver y escaso entender, casi vírgenes. Nuestros guías anfitriones nos van narrando anécdotas que han ocurrido a personas que se adentran al bosque sin conocerlo y sin las precauciones naturales. Como el caso de un botánico que realizaba estudios en la zona y que no oyó las sabias advertencias de los campesinos. Cuando andaba recogiendo frutillas se topó con un puma, y tuvo que levantar la primer cosa que se encontró a la mano, y así alzó lo mas alto que pudo una rama, y el animal de uña se paralizó, dando la vuelta. Este truco funciona y lo recomiendan los domadores. ¿Cuándo se ha visto, por ejemplo, que un león ataque una jirafa? Algo debe de haber de cierto en eso, si no, que se explore la genética animal de millones de años de herencia evolutiva.
Dejamos la pick-up al final de la brecha y, unos a caballo y otros a pie, descendemos 200 metros, diríamos que para agarrar vuelo de subida, y nos encontramos el primer capricho de la naturaleza: un riachuelo con aguas transparentes que corre también sobre roca maciza en algunas partes, y va formando pequeños tanques paradisíacos. Las bestias son calculadoras. Beben agua. Como que saben a dónde van. El redactor, como una versión local de Humboldt, todo lo va viendo y preguntando. Otro siguiente capricho de la naturaleza abre su imaginación: son seis enormes riscos que se van escalonando uno tras otro hacia el vértice de la montaña -desde donde, en día claro o noche diáfana se alcanza a ver el valle de Colima-, se aprecian desde la explanada donde se quedan los vehículos. Te impresiona ver los grandes riscos en escalones y cualquiera, con un poco de imaginación, diría que pareciera que un gigante los colocó para ascender.
Inicialmente el proyecto eco-turístico consistía en un venadario cercado en este prodigioso lugar; sin embargo, el estudio recomendado por expertos en turismo alternativo generó la posibilidad de abrirse al camping y a la caza controlada de venado cola-blanca, para cazadores que puedan pagar por el privilegio de cazar un venado de esta especie.
En el estudio de impacto ambiental participaron biólogos y botánicos de la Universidad de Guadalajara, entre ellos el Doctor Eduardo Santana Castillón, catedrático de esa universidad jalisciense y de la Universidad de Wisconsin, en los Estados Unidos. El estudio dio cuenta de la gran variedad de flora y fauna del lugar. Hay árboles palocuate, arrayán, cuajiote, cuero de vaca, aguacatillo, encino roble, encino roblillo, guaje, guásima, higuerilla brava, huizache blanco, huevo de tejón, huizcolote, parota, parotilla, rosa morada, suelda, tepame, tepehuaje, anona, azahar, mahahua, palo dulce, canelillo, carrizillo, cola de zorra, cuil, encinos, espinosilla, guinares, huzcoron,, hormiguero, janacuil, jalapatrás, mameicillo, mora, nance, ocote, palo de agua, pino lacio, quemadora, guamuchil, sauce, vainillo, quesillo, vides. Incluso, nos comentan nuestros guías, el bosque de esa zona tiene valor de área de conservación porque en él se encuentran dos especies de árboles consideradas endémicas al lugar, una de ellas es el cuil y otro árbol conocido como magnolia que según han comentado son especies únicas en el mundo.
En cuanto a la fauna, la variedad es no menos abundante y maravillosa. Para empezar, comenzamos diciendo que los investigadores en aves, gracias a los reportes que tenían ellos y los que les hicieron llegar los mismos campesinos de la zona que con su mirada de águila le veían con frecuencia; se encontraron con una ave que corre peligro de extinción y que no se sabia que le gustara Colima para establecerse. Su alcance migratorio, proviniendo de Canadá, llegaba hasta el estado de Durango. Se trata del espectacular halconcillo peregrino; el cual en este viaje que relatamos, como si quisiera mostradnos su orgulloso y espectacular vuelo de altura, pudimos observarlo con la que presumiblemente es su pareja, efectuando vuelos circulares y ondulantes antes de parar en un nido lejos del alcance de cualquier depredador, hombre o animal, de uña o rastrero: un hoyo enclavado a más de cien metros de una amplia y alta cortina de roca maciza que se levanta a plomo, constituyendo a los ojos capaces de asombrarse con la Creación, un espectáculo impresionante. Nos cuentan que viviendo en una cueva bajo una de las múltiples rocas del lugar los expertos en aves estuvieron durante semanas estudiando ese maravilloso halconcillo, que ya está, seguramente, registrado en los catálogos de los museos de historia natural del mundo civilizado.
Durante el recorrido entre enormes riscos y cuevas llenas de historias fabulosas y extrañas, íbamos de asombro en asombro. De repente, un silencio humano. Una chisteo apagado. Un lenguaje de dedos en la boca. A señas nos dicen que nos callemos: ¡chonchos a la vista! ¡chonchos! El redactor es privilegiado, gracias a que porta cámara fotográfica. Con movimientos de cazador primitivo se tiende el primero sobre el objetivo: retratar unos como guajolotes negros que se desplazan sobre los enormes brazos de las ramas haciendo un ruido de choque de alas con follaje. Imposible captarlos con la película, pero con los ojos nadie lo impide. Se alejan rumbo a lo más alto de la sierra. Es muy común verles en la zona.
Pasamos luego por una cueva bajo una de las muchas rocas del lugar. En una encontramos como escrito con un tizón “1945”. Es el año en que vivió ahí un campesino con su familia y que venía huyendo quién sabe de qué, probablemente de la ciudad, probablemente de los humanos; no se sabe, incluso, si por misantropía. Lo cierto es que, según indagamos, vivió en esa cueva con su esposa y tres hijas durante unos dos años. La creencia general es que llegó ahí con unas cargas de oro. De hecho, se cree que en algún lugar de la zona está enterrado el tesoro. Un halo de misterio y de magia, son un agregado que enriquece el lugar. Nuestro guía, don Jesús Núñez Figueroa, pregunta si creemos en los encantos. Cada quién, le digo yo, puede o no creerlo. Él dice que probablemente haya que romper el encanto, que ahí se presenta con la forma de un venado. Se extiende. Dice que una noche de cacería, aunque había niebla, se le presenta ante la mira un venado, tranquilo; le apunta con la retrocarga y le dispara, y ni se mueve, luego saca una pistola y toda la descarga, pero el venado sigue tranquilo, entonces se aleja sano y salvo. ¿Querrá decir dónde está enterrado el tesoro? Es una historia muy interesante, que no escapa al México mágico y maravilloso.
Llegamos casi hasta el cielo, y no ocupamos escalera.
Luego de caminar ininterrumpidamente por la dura cuesta, a través de un angosto camino y siempre rodeado de una frondosa y exuberante vegetación, resollando grueso, llegamos a La Gloria Escondida. Inmediatamente Don Alejandro Núñez pone la lumbre, y lo que a un hombre de la ciudad le puede llevar horas para poner a punto el carbón, en mucho menos tiempo estamos escuchando chillar los tasajos, con el olor delicioso de la grasa ardiendo con que se ofrendaba a los dioses y diosas griegas. Todos, gracias a Dios, comemos. Son los sonidos del bosque, es la tranquilidad que genera, es el clima, lo que solaza nuestro espíritu, nos relaja de la caminata y nos permite admirar la grandeza de la evolución natural. Salvo por la cabaña, pudiéramos decir que el mundo ahí ha sido así durante millones de años; agreguémosle el probablemente. Pasa una media hora en que nuestros anfitriones comentan la manera como han unido sus esfuerzos y su dinero para desarrollar ese original proyecto de turismo alternativo de descanso absoluto y de una área para cacería protegida o restringida. La idea, van comentando, es construir más cabañas como la que han levantado, distribuidas estratégicamente y cuidando que no se dé ningún tipo de contaminación. Cuentan que se han comunicado con algunas personas de Manzanillo, personas que normalmente viven extenuantes jornadas de trabajo urbano, y han mostrado su interés de disfrutar del lugar, donde no hay ruidos de automotores, donde no hay televisión; solo los murmullos y los cantos de la naturaleza.
Pasada una hora, cuando ya la digestión nos permite movernos un poco más, el que escribe, con vocación voluntariosa por la fotografía, toma su cámara y dice que va a tomar el macizo de roca desde algún mejor ángulo. Uno siente que se camina sobre una alfombra de hojas que milenariamente, desde los orígenes del mundo, ha ido firmándose. Más o menos a unos trescientos metros de retirado del grupo, se detiene ante otro de los muchos riscos: es un buen lugar para usarlo de plataforma y tomar la anhelada gráfica. En eso está, cuando de repente se escucha un potente y vigoroso mmmmmuuuuuuuuuuaaaaagrggggggggrrrrrr que de inmediato vierte en su flujo sanguíneo la más grande dosis de adrenalina del año, y va de veloz retache hacia el grupo, casi volando a una velocidad extraordinaria, a veces pisando sobre la alfombra de hojarasca y a veces sobre las rocas mismas. Por el miedo natural y por haber visto muchas películas de Tarzan en la jungla, siente que trae el puma a punto de asestarle con la garra un mortal golpe en el cogote. La razón le indica que de nada sirve correr, pues algunos pumas alcanzan velocidades arriba de cien kilómetros por hora ( Discovery Chanel dixit); pero su instinto primitivo ha ganado esa batalla, una vez más. Llega ante el grupo y está confirmado el rugido. No fue vaca ni burro; sino que fue un rugido de un puma. Los campesinos comentan que es común que los haya. “Ha de tener “daño” (alguna presa) y se ha molestado con nuestra presencia y se aleja, no sin soltar uno o dos rugidos como regaños”. Pasado este maravilloso incidente, ante nuestro interés de subir al enorme complejo natural de roca maciza de una sola pieza, Don Jesús Núñez Figueroa y Quiñones Moreno, nos llevan hacia ella, por u n camino no tan visible, por eso es que los biólogos, cuando realizaron el estudio del halconcillo peregrino, colocaron listones de color para ubicar el regreso.
Como en una media hora llegamos a la base posterior de la roca, y entonces sí, una pequeña escalera de madera que a la vista parece muy frágil, nos sirve de escalón para subir a la superficie del enorme macizo de roca: una explanada sembrada de plantas de “maguey bravo” desde la cual se contempla todo el conjunto de cerros de la zona. Te asomas un poco y sientes la emoción que ocasiona el vacío. Don Jesús Núñez, que nos toma las fotografías de rigor, nos comenta que cuando florean los magueyes aquello es un gran espectáculo. Si así, sin flor y agarrados al piso de roca, estas plantas generan un paisaje único en el, literalmente, cielo de la Gloria Escondida.
El descenso de La Gloria Escondida es igual de interesante, sobretodo si, como es el caso, se efectúa al atardecer y el sol se filtra entre el follaje como filigrana.
Cuando cayó la noche, se ratifica la gran generosidad de nuestros anfitriones en forma del original café del Agua Fría y tamales con atole, riquísimo, que la familia de Don Jesús Núñez ofrece a un apetito acrecentado por el recorrido a La Gloria Escondida.