LA ARROGANCIA DE UNA PERSONA LO LLEVA A LA PERDICIÓN – RESCATANDO VALORES
La arrogancia es el sentimiento de superioridad que desarrolla un individuo en relación con los otros, basado en la falsa creencia de que merece mayores privilegios o concesiones que el resto. La palabra, como tal, proviene del latín arrogantia.
La arrogancia es un defecto del carácter que consiste en ser altaneros, presuntuosos, prepotentes o soberbios.
Para la psicología, la arrogancia surge como consecuencia de la necesidad de alimentar o proteger un ego frágil. De este modo, funciona como un mecanismo de compensación en el cual la persona arrogante disfraza sus carencias de autoestima de superioridad.
Una persona arrogante tiene, en definitiva, una imagen de sí misma un poco inflada: se cree mejor que los demás, piensa que puede atropellar o maltratar a los otros debido a los derechos que se atribuye. Pero se equivoca: los demás simplemente lo verán como una persona pesada en el mejor de los casos, y despreciable, en el peor.
La arrogancia no debe confundirse con la idea de la autoestima. Tener una autoestima elevada es saludable, pues se relaciona con la valoración que tenemos de nosotros mismos, con el amor propio.
El cuento de una fabula la liebre y la tortuga: en el mundo de los animales vivía una liebre muy orgullosa y vanidosa, que no cesaba de pregonar que ella era el animal más veloz del bosque, y que se pasaba el día burlándose de la lentitud de la tortuga.
– ¡Eh, tortuga, no corras tanto! Decía la liebre riéndose de la tortuga.
Un día, a la tortuga se le ocurrió hacerle una inusual apuesta a la liebre:
Liebre, ¿vamos hacer una carrera? Estoy segura de poder ganarte.
– ¿A mí? Preguntó asombrada la liebre.
– Sí, sí, a ti, dijo la tortuga. Pongamos nuestras apuestas y veamos quién gana la carrera.
La liebre, muy engreída, aceptó la apuesta prontamente.
Así que todos los animales se reunieron para presenciar la carrera. El búho ha sido el responsable de señalizar los puntos de partida y de llegada. Y así empezó la carrera:
Astuta y muy confiada en sí misma, la liebre salió corriendo, y la tortuga se quedó atrás, tosiendo y envuelta en una nube de polvo. Cuando empezó a andar, la liebre ya se había perdido de vista. Sin importarle la ventaja que tenía la liebre sobre ella, la tortuga seguía su ritmo, sin parar.
La liebre, mientras tanto, confiando en que la tortuga tardaría mucho en alcanzarla, se detuvo a la mitad del camino ante un frondoso y verde árbol, y se puso a descansar antes de terminar la carrera. Allí se quedó dormida, mientras la tortuga seguía caminando, paso tras paso, lentamente, pero sin detenerse.
No se sabe cuánto tiempo la liebre se quedó dormida, pero cuando ella se despertó, vio con pavor que la tortuga se encontraba a tan solo tres pasos de la meta. En un sobresalto, salió corriendo con todas sus fuerzas, pero ya era muy tarde: ¡la tortuga había alcanzado la meta y ganado la carrera!
Ese día la liebre aprendió, en medio de una gran humillación, que no hay que burlarse jamás de los demás. También aprendió que el exceso de confianza y de vanidad, es un obstáculo para alcanzar nuestros objetivos. Y que nadie, absolutamente nadie, es mejor que nadie.
Esta fábula enseña a que no hay que burlarse jamás de los demás y que el exceso de confianza puede ser un obstáculo para alcanzar nuestros objetivos.
Una Cita bíblica Proverbios 16:18-19 nos dice que, “Antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu. Mejor es humillar el espíritu con los humildes, que repartir despojos con los soberbios.” Satanás fue echado del cielo por su orgullo (Isaías 14:12-15).
Ser presumido y tener esa actitud de “yo soy mejor que tú”, huele a intimidación y destruye nuestras relaciones con los demás. Sin embargo, Jesús nos enseñó a poner a los demás por encima de nosotros: “sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos. Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Marcos 10:43-45). Si nuestras actitudes son arrogantes, no vamos a servir a otros.
Es correcto mis queridos apreciables bendecidos amig@s lectores la arrogancia no nos va llevar a nada bueno, si no todo lo contrario. Además es un mal que nos puede pasar, y el hecho de sentirnos superiores a los demás está muy mal, porque tarde que temprano, lo que sube tiene que bajar.
Primeramente DIOS la arrogancia es un mal que tenemos que tratar de evitar a toda costa y pedirle con mucha humildad a nuestro Padre DIOS por medio de su bendecido hijo Cristo Jesús nos ayude a poner los pies en la tierra, y tratar de seguir el gran ejemplo que fue el hijo de DIOS, Cristo Jesús de Nazaret, y como dijo Cristo Jesús el que quiera ser el primero que sea el servidor de todos Amén.
Finalmente que nuestro Padre DIOS y nuestra Mamita la Virgencita María de Guadalupe por medio de su bendecido hijo Cristo Jesús de Nazaret nos cuide, nos proteja y bendiga siempre, a todas las personas del mundo y cada un@ de nosotr@s querid@s y bendecid@s amig@s y nos libre de todo mal y nos ayude a tratar de no caer en la arrogancia, sino todo lo contrario, tener mucho amor por nuestros semejantes humildemente y de todo corazón siempre Amén Muchas Gracias.
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