LA PAZ EN EL ÁMBITO SOCIAL – ALEJANDRO BERNAL ASTORGA
Alcanzar la paz social debe ser un objetivo compartido por todos.
La segunda guerra cobró la vida de más de 50 millones de personas y los europeos entendieron que no sobrevivirían a una tercera; por ello al término del conflicto, se acordó que los principales países productores de acero y carbón comercializaran con otras naciones europeas su producción, evitando la acumulación de reservas y la capacidad para producir armamento, garantizando con ello la paz.
Posteriormente la integración evolucionó para formar un bloque (la Unión Europea) que actualmente comparte fronteras, ciudadanía, actividades económicas, instituciones supranacionales, legislación común e incluso para algunos de sus miembros, una misma moneda; los resultados son tangibles para la población generando arraigo y pertinencia.
Incluso, la experiencia europea promueve el desarrollo de los países con economías menos avanzadas, ya que su crecimiento representa el surgimiento de mercados para hacer negocios; el tema es de convicción y conveniencia. El proceso de unificación no buscó generar replicas entre los países miembros, lo que, es más, con todas sus aciertos e imperfecciones fomenta “la unidad en la diversidad”.
La paz no solo se define por la ausencia de guerra, conflictos o de un entorno libre de toda forma de violencia, sino por la presencia de la justicia social y el bienestar, por la satisfacción de las necesidades básicas de todas las personas y grupos sociales. La paz es vista entonces como un proceso inclusivo, que se construye; no es de generación espontánea, decreto o protagonismo mesiánico, por lo que requiere de la inteligencia, voluntad y las acciones conjuntas entre el Estado y la sociedad para mantenerla y acrecentarla.
Al ser empáticos tenemos apertura para entender y atender las necesidades de otros y no solo las propias; al tener conciencia colectiva aprendemos a ver con los ojos de los demás una realidad que puede ser distinta a la nuestra, ya que, en México, puede haber “muchos Méxicos”.
El entorno incide en las personas, en sus relaciones afectivas y actividades diarias. Existe un contexto social y familiar que puede representar oportunidades o amenazas para alcanzar la paz social, el hecho de que las personas se desarrollen en ambientes seguros, con cobertura de servicios básicos, acceso a educación o empleo digno puede incidir positivamente; un entorno familiar con funciones educativas y afectivas adecuadas propicia el desarrollo integral de sus integrantes.
Incluso quienes son resilientes, superan un entorno social y familiar adverso, cambiando para bien la dinámica de crecimiento de sus antecesores
La paz social debe reflejarse en igualdad de oportunidades para acceder a mejores niveles de vida y para ello el acceso a la educación es clave, al generar actitudes y aptitudes que rompen círculos de pobreza. Si bien los resultados no son inmediatos, si marcan la diferencia para hacer sostenible el cambio, al atacar la causa y no solo los efectos.
La educación “hace magia” en nosotros cuando nos transforma en mejores personas y cambiamos positivamente nuestro entorno; cuando tratamos a los demás como nos gustaría ser tratados. Si esto no ocurre solo acumulamos conocimientos, pero no estamos educados. Es por ello, que el camino para alcanzar la paz social puede iniciar con pequeños cambios que sumados, acaban por hacer la diferencia.
En este proceso podemos encontrar muchos obstáculos: pobreza, inseguridad, corrupción, indiferencia, falta de valores, prevalencia de los intereses particulares sobre el bien común, etc. por tanto para desarrollar la cultura por la paz, debemos de “aprender a aprender”, esto significa desaprender aquellas costumbres asociadas a la violencia, la exclusión y la inequidad, re–aprendendiendo los valores que hagan posible la vida social sin violencia, en convivencia pacífica y respeto por los derechos humanos.
La paz no suele ser perfecta, pero podemos acercarnos, ¿qué harás para hacer la diferencia?