LA SIMULACIÓN EN LA FUNCIÓN PÚBLICA
México debe corregir el rumbo en la forma en que los integrantes de las instituciones públicas aparentan ejercer una función ética y responsable, cuando en realidad existe mucha simulación en su desempeño.
Esta situación se refleja en los resultados que cada institución reporta.
Al observar las estadísticas a nivel nacional, la mayoría de las instituciones públicas son reprobadas por la opinión social.
Carecen de confianza social y esto ocurre en los tres niveles de gobierno: federal, estatal y municipal.
Los resultados son muy bajos en comparación con lo establecido por la ley, lo que indica deficiencias en su funcionamiento.
Es evidente que, al analizar cómo se desarrollan estas actividades institucionales, se percibe un desempeño deficiente.
A pesar de que cada servidor público pueda considerar que realiza su trabajo adecuadamente, existe un reconocimiento general de las deficiencias en la ejecución del trabajo a nivel institucional en lo colectivo: no se sabe trabajar en equipo.
Esto sugiere que, en su mayoría, se simula un trabajo correcto, predominando el autoengaño.
Al medir los resultados de la institución, estos no cumplen con las expectativas sociales, ni con los estándares de rendición de cuentas.
Esta situación implica una alta incidencia de simulación, lo cual no es difícil de ver en nuestro país, dada una cultura de “mientras no nos vean”.
Muchos de quienes han trabajado en instituciones públicas, están conscientes de esta problemática.
La solución es viable: se deben implementar procedimientos de verificación y revisión del trabajo de cada servidor público, según sus atribuciones legales.
Es crucial la colaboración entre el personal para optimizar el desempeño institucional.
Este esfuerzo colectivo debe reflejarse en los resultados, superando el trabajo individual.
En México, a un servidor público no solo se le paga por desempeñar bien su trabajo, sino también por trabajar en equipo y colaborar en la optimización de la administración pública en todos los niveles.
Es crucial abandonar la actitud de satisfacción individual y enfocarse en la colaboración para el logro de los objetivos institucionales.
Es bien sabido que existe una tendencia a la simulación y al desempeño individualista, que debe ser erradicada.
Es vital establecer procedimientos para identificar las causas de los resultados deficientes y evaluar el desempeño de cada servidor.
Aquellos que no cumplan con las expectativas de colaboración deben ser apartados, ya que el trabajo institucional moderno, requiere una dinámica colectiva.
La simulación debe combatirse, no basta con cumplir el horario laboral.
Las instituciones públicas y sus líderes deben ser cuidadosos, ya que la sociedad tiene derecho a instituciones que generen resultados.
Tanto jefes como empleados, deben ser responsables para garantizar una administración eficaz que cumpla con las expectativas sociales.
Esperemos que se realice una reingeniería administrativa en todas las instituciones públicas.
Aquellas personas que no cuenten con los perfiles adecuados, deben ser retiradas, ya que afectan el progreso de la administración en la que trabajan y, por ende, a la sociedad.
El Estado mexicano debe poner especial interés en identificar y solucionar estas problemáticas.
La simulación es parte de la corrupción y ésta se tiene que combatir, pues no nos lleva a ningún lado, la responsabilidad es de los jefes y de las instituciones de gobierno encargadas de verificar y hacer las auditorías a fin de corregir estas anomalías.
Es tiempo de implementar estrategias, para lograr bueno resultados a la luz de la crítica social.