OPINION

LA TECNOLOGÍA Y MODERNISMO DIGITAL YA FORMAN PARTE DE NUESTRA VIDA COTIDIANA

Cuando adelantamos el reloj por primera vez una hora el 7 de abril de 1996, bajo el gobierno de Ernesto Zedillo Ponce de León, los mexicanos lo hicimos de manera manual, tocando las manecillas del reloj de pared para manipularlas o moviéndole a los botones de nuestros relojes de pulsera.

Al entrar a la era digital todo eso cambió, porque ya nuestros celulares, tablets, computadoras y laptops adelantan la hora de manera automática, siempre y cuando el dispositivo móvil tenga la configuración correcta en cuanto a la fecha y hora, que en Manzanillo debe ir configurada con la Ciudad de México.

La tecnología ha jugado a nuestro favor.

En el puerto comercial de Manzanillo la gran mayoría de los trámites, transacciones y diversas operaciones se hacen cibernéticamente y al instante, no solamente entre agencias, importadores, exportadores y prestadores de servicios a la terminal, sino en relación a otros puertos y empresas internacionales.

En la educación hubo un cambio radical en la forma de aprender, porque al estallar la pandemia por Covd-19, las clases presenciales se suspendieron para hacer uso de la tecnología y recibir clases a distancia. En este caso, ese modernismo digital ya no jugó a favor de los humanos, ya que la enseñanza que se impartió a través de las pantallas de los diversos dispositivos no fue de la misma calidad que cuando se instruye de manera presencial y no porque los maestros no supieran dar su clase, para lo que tienen toda la preparación, sino por la falta del contacto presencial entre ellos como docentes y sus alumnos.

Tanto a los educadores como a los educandos, dominar la instrucción a distancia no les fue una tarea fácil para nada. A los docentes, porque se les hizo difícil adaptarse al mundo tecnológico, en muchos casos por la brecha generacional; mientras que los alumnos, por muy sácale puntas que sean en eso del mundo digital, se les dificultó aprender, por no saber escuchar, ni mucho menos fijar la atención en una encomienda, como el poner atención a recibir sus clases virtuales.

Hubo fallas de las dos partes y si a esta mezcla le agregamos que los padres de los estudiantes tampoco se involucraron con sus hijos en el aprendizaje, se llega a la conclusión que ahí la tecnología tampoco jugó a favor de los humanos. El pretexto no es la falta de dispositivos, como muchos argumentaron, porque actualmente ya en todos los hogares hay televisiones: Viejitas o nuevas, pero hay televisiones, hay que recordar que muchas clases las podían tomar también a través de los canales abiertos, además que en estos tiempos y más en el caso de los jovencitos, todos tienen un dispositivo móvil, aunque sea de gama baja, pero lo tienen. Hasta se dice por ahí que hoy, cuando nace un bebé, trae un celular bajo el brazo en vez de torta, con un perfil de alguna red social incluido a su nombre, casi, casi, antes de ser dado de alta en el Registro Civil.

También durante la pandemia, quienes tuvieron el privilegio de conservar sus trabajos, como son los de oficina, tuvieron que laborar desde casa, a distancia. En esta parte, ahí sí fue a favor del ser humano, porque esos empleados ya tenían la experiencia de estar involucrados en el mundo tecnológico. Ahora, eso sí, tuvieron que adaptarse al mundo analógico y mecánico, aprendiendo a hacer cosas de casa, en casa, como a cocinar, cuidar a los niños y convivir más con la familia; pero eso es algo analógico.

También durante la pandemia la tecnología fue muy utilizada para hacer compras y pagos durante el confinamiento en los hogares, pues, a través de casa, se adquirían despensas, se hacían trámites, pagos, abonos y depósitos a bancos e instituciones, se compraba comida rápida, se ponía saldo a los celulares y un muy amplio etcétera, que hizo más llevadero el quedarse en casa por varios meses.

En cuanto a lo cultural también la tecnología ayudó sobremanera, pues fue a través de la internet, en la comodidad de los hogares, que muchos pudimos ver conciertos, exposiciones, visitar museos, sitios históricos y arqueológicos, galerías, etc. Eventos que tal vez en la normalidad no hubiéramos disfrutado.

Aparte de los partidos de futbol y peleas de box, que ya se han convertido en algo cotidiano; aunque, sí hay que decirlo, el futbol soccer que tanto gusta en muchos estados del país, se pudo disfrutar a modo de video juego, al suspenderse en casi todo el mundo las actividades futboleras normales en los estadios con jugadores reales. México ideó su propia liga virtual, causando tanta emoción como si fuera real. Igual sucedió con los espectáculos.

¡Qué paradoja! Porque, si no hay servicios médicos, muy posiblemente tampoco haya internet o señal de telefonía. Esas zonas generalmente son las rurales o donde habitan personas de muy escasos recursos económicos, llamadas hoy de bajo perfil, que en vez de ser tratadas como comunidades de seres humanos, parecieran más bien ser reservas del antiguo oeste, de las que no se quieren adaptar al mundo moderno.

Muchos pacientes se quejan porque cuando van con algún médico, éste los atiende de manera cortante, fría, distante y el tiempo que le dedica a cada paciente es muy corto. No son, pues, consultas de calidad y peor, si son galenos de alguna institución médica de gobierno; cuánto peor trato será platicar con algún computador, sin saber quién está al otro lado de la pantalla o monitor.

La tecnología nunca podrá sustituir a lo presencial y sobre todo, en el caso del tema de la medicina. Nunca una consulta virtual funcionará como la presencial. Siempre será preferible tratar con médicos fríos, que con burdas pantallas. Además, ¿cómo podríamos saber que quien nos atiende al otro lado es un verdadero médico?

Hoy, la tecnología se usa para tantas cosas, que bien valdría la pena analizar o estudiar en qué áreas sí funciona y en cuáles no. No queramos meter con calzador la tecnología en todo, no vaya a ser que eso se convierta en nuestro peor enemigo, como lo han sido en muchos casos las redes sociales, que han contribuido a la falta de comunicación dentro del núcleo familiar, a nivel de separar familias completamente o divorciar matrimonios. A otros, el uso de las redes sociales se les ha hecho un vicio, una obsesión.