TONALTEPETL – 1 DE SEPTIEMBRE 2024
Gustavo L. Solórzano
El padre Leyva, era el párroco del templo de María Auxiliadora, era un hombre dinámico, siempre activo y gestionando apoyo para el servicio que él brindaba. Siempre nos organizaba un gran festejo navideño, y apoyado por las memis, organizaba la doctrina sabatina. Una noche, estábamos en el patio de la iglesia, unos ciento cincuenta chiquillos y chiquillas, diría el desvergonzado, cuando alguien dio la voz de alarma, al tiempo que apuntaba hacia el estrellado cielo. Como impulsados por un resorte, la chiquillería dimos un salto y nos pusimos de pie, en el firmamento, un objeto brillante que parecía estrella, iba abriendo surco entre los demás astros que iluminaban la noche. ¡El cometa! ¡El cometa! (Kohoutek)se escuchaban las voces al unísono.
El cometa Kohoutek fue descubierto en 1973 y volverá en 10 000 años, aunque algunos astrónomos especulan que volverá dentro de 9000 a 16 000 años. Es decir no tarda, ja,ja,ja,ja,ja, bueno, la inocencia infantil nos hizo creer que era ese cometa, nadie supo darnos un explicación al respecto. Con los años, supe que diariamente los satélites puestos en el espacio hacen recorridos fotografiando al planeta y que, sin duda, visibles al ojo humano, alguno de esos generó nuestra emoción.
Un mal día, el apreciado padre Leyva sufrió un accidente en su bocho y lamentablemente perdió la vida. La comunidad católica del rumbo, lamentamos mucho su perdida y como siempre pasa, quedó un lugar vacío y difícil de llenar.
Pasando el templo, sobre la Abasolo, vivía Doña Mela, pozole, tostadas, sopes gordos y sopitos, eran su especialidad. Mujer de buen trato y excelente sazón, deleitaba a los comensales con su regional arte culinario.
Cerrando con Medellín, estaba el expendio de petróleo y alcohol, Don Manuel, blanco, cabello plateado y ojos de azul profundo, despachaba mientras escudriñaba a los clientes observando bajo el aumento de sus lentes bifocales. Contra esquina, la señorita Emilia, así le iba a quien le dijera señora, despachaba leche bronca, algunos decían que le ponía agua, otros que también. Solo Dios y ella sabían la realidad, bueno, y los de salubridad.
Desde ese buen barrio, me brinco hasta el templo de la Sangre de Cristo, recuerdo que afuera del atrio de la iglesia, se ponía una señora con su mandil, el clásico de cuadritos pequeños. Por las noches, vendía gorditas de masa, fritas en la manteca, acompañadas de un delicioso jarrito con atole. La gente que se abarrotaba haciendo fila, en más de alguna ocasión se llevaban un regaño, por hacer presión. Doña Chayo, era una mujer que sabía atender su negocio, pero también, tenía el genio muy despierto. Una mesa larga, una banca grande y unas sillas, eran el mobiliario que usábamos los beneficiados, cuando mis padres me llevaban, era sin duda, noche festiva. Hoy estas personas cumplieron su ciclo, solo queda su recuerdo como forjadores del Colima viejo, sí, ese que se fue para no volver.
ABUELITAS:
Recorrí a pie el centro de mi ciudad, medio oscuro y sombrío, el Jardín Torres Quintero representa, por las noches, una invitación para los amantes de lo ajeno. La acera de enfrente, la de la farmacia de Gabrielito, tiene zacate crecido en un cajete, cuyo árbol fue brutalmente asesinado, más adelante, sobre la misma cuadra, algunas plantas luchan por sobrevivir en el adoquín reventado, visible rincón de otro árbol mutilado. Bajo la banqueta, un hoyo sirve de estanque para el agua pluvial y claro, un hogar para los voladores del dengue. Sobre el andador Ana Martel, algunos artesanos se las ingenian para ofertar entre las sombras del olvido, sus productos. Frente a catedral, el quiosco del Libertad, representa un grave riesgo, pues tiene enchufes funcionales, destapados, y expuestos a los niños que ahí juegan. El centro ha quedado olvidado, dicen los comerciantes. Es cuánto.
La caridad es humillante porque se ejerce verticalmente y desde arriba; la solidaridad es horizontal e implica respeto mutuo. Eduardo Galeano, escritor Uruguayo.