TONALTEPETL 17 DE JULIO 2024
Gustavo L. Solórzano
Cuando abrí mis ojos ellos ya estaban ahí, mi padre, mi madre, mi abuela, tres hermanas y dos hermanos, llegué al último a esa amorosa familia. Amado, atendido y cuidado por ellos, al ser yo el “sope del perro”, nunca supe por que se usaba ese término. La gente del barrio era amistosa, se apoyaban mutuamente ante cualquier situación, era otro Colima. Hoy, aun cuando vivimos en la misma ciudad parece que no nos conocemos, vivimos absortos, lejanos e indiferentes. La gente se molesta con el conductor que se tarda; con el ciudadano que apoya a un partido distinto; con el maestro que “reprobó al alumno”, etc.
En el Colima de hoy “se vive con miedo y con prisa”, dice la señora que tortea en una taquería, es un Colima diferente, pienso, me quedo callado, pues ella está visiblemente molesta platicando algo que le sucedió y hasta algunas palabras altisonantes brotan como el agua de la cañería. Así vive mucha gente, dolida, harta, cansada. Hoy para morirte tiene que pagar un paquete que cuesta entre 17 y 25 mil pesos, por lo bajito, el panteón te cobra casi 1500 pesos y si el difunto viene de otra ciudad en tu propio estado, tienes que pagar al ayuntamiento y a la coespris, no me quiero entretener en el nombre correcto, depende de la secretaría de salud.
Naturalmente tienes que tener al día una serie de documentos y si no, pagar por ellos, de tal forma que conservadoramente, gastas 30 billetes de a mil. Pensando, claro está, en que tienes disponible un espacio de tierra, si no, otra será la triste historia. Naturalmente que ante el dolor de la pérdida, la familia sin pensarlo dos veces, empeña, vende o saca del puerquito de alcancía lo que puede para llevar dignamente a su ser querido y darle cristiana sepultura. Tristeza, desgaste, apatía e incertidumbre, sentimientos encontrados bajo el dolor de la pérdida, se vuelven uno solo con el deudo.
Llegamos desnudos, sin posiciones sociales, ni credo, de tal manera que nada nos llevamos. A nuestro paso por esta bendita tierra, sembramos y cosechamos desde las enseñanzas de nuestros primeros maestros de vida, nuestros padres. Aspiramos a una casa, otros a un vehículo y alguien más a ciertas riquezas y lujos superfluos que son a veces, solo un lastre para nuestro crecimiento evolutivo. “Si yo de sandalias y sayal, hice tanto” declara Mahatma Gandhi, que no harás tú.
Mientras más desconectados estamos de nosotros mismos, mas serán nuestras aspiraciones económicas.
Vivimos como si nunca fuéramos a morir, olvidamos que solo estamos de paso, y que un día, la fecha de caducidad dirá, expiró. Atribuida a Francisco de Asís, esta frase representa una realidad distinta: “Necesito poco y lo poco que necesito, lo necesito poco”. En estas pocas palabras está nuestra historia de vida. Sin embargo, el que tiene quiere tener más, el que no tiene aspira a tener, tristemente, aunque en ello le vaya la salud y la vida. Mirad los pájaros del cielo: ellos no siembran ni cosechan, ni acumulan en graneros, y sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros acaso más que ellos? ¿Quién de vosotros, por mucho que se preocupe, puede añadir un solo instante al tiempo de su vida? ¿Y por qué os inquietáis por el vestido? Jesús de Nazaret.
ABUELITAS:
Gracias, gracias, gracias, a quienes nos acompañaron por el fallecimiento de mi hermana, de todo corazón valoro su acompañamiento. Al personal de fiscalía, del panteón municipal y tanta gente amiga, muchas gracias. Es cuánto.