OPINION

TONALTEPETL – 2 DE AGOSTO 2022

Gustavo L. Solórzano

En la vida que tenemos, todos somos vendedores y compradores de ilusiones. Cuando llegamos a este plano lo hacemos desnudos, libres de prejuicios y sin lujos de ningún tipo, después, caemos en el consumismo desmedido. Quienes tenemos el privilegio de conocer y tratar a nuestros padres, recibimos sus enseñanzas y la vamos decodificando para cuando llegue el momento, usarlas. La otra realidad, es que, más allá de una formación, el ser humano es deformado acorde a lo que aprendieron sus padres. La generación de quien esto escribe se esta yendo, aquellos que teníamos muchos “Papás y Mamás”, aquellos que respetamos y obedecimos, aquellos que recibimos un buen regaño y en no pocas veces, acompañado de una sacudida de cabellos, un chanclazo, leñazo, soga, cuchara pozolera, la mano o lo que nuestra madre tuviera a la mano.

A lo anterior, quiero agregar el chicote de caballo en algunos casos y el cinto en otros. Naturalmente también hizo su aparición el famoso cable de la plancha descompuesta y otras bellas herramientas. Nadie se quejó, a eso, lo fuera o no, nunca le llamamos violencia, era la forma de corregirnos y era válida. Obviamente, todo con medida, nada con exceso; recuerdo y omitiré los nombres por obvias razones, en tercer grado de primaria la mama de un compañero fue llamada para recibir un reporte de vivía voz, la maestra expuso sus motivos y apenas terminó de hablar, cuando la mamá del insurrecto le tundió a cintarazos en presencia de todos los presentes.  

Ya en secundaria, otro imberbe de primer grado enfrentó lo mismo, pero con su padre, en ambos casos los docentes sorprendidos mostraron cara de “Para que le dije”, fue innecesario, el correctivo llegó.

Lo interesante de esto es que después de la tormenta, venía la calma, es decir, amigos como siempre, mas bien padres e hijos como siempre, sin rencores y (A veces sí) con el mismo gusto. Algo mejor, evitábamos repetir la historia, de tal manera que, si la chancla voladora volvía, era por algo nuevo, distinto a lo anterior.

Los celulares no existían, solamente los Supersónicos de la tele, los portaban junto con otros inventos que llegaron después. La trais, serpientes y escaleras, cinto escondido, como si no fuera suficiente el otro, los encantados, guerra entre países, chinche legua arriba, la lotería, el teléfono adaptado con dos vasos y un hilo, las escondidas, luchitas, visitar el rio, la pelota con sus variantes, etc. Esas eran nuestras sanas diversiones, mismas que no atendíamos sin haber colaborado en casa, barrer, trapear, ir a la leche, a las tortillas, al mercado por algún encargo, o traerle un mandado a la vecina, más etc.

Claro que también en mi tiempo había fifís, y bullingueros, pero esa, esas es otra historia.

Las generaciones actuales han sido grandemente privilegiadas, los correctivos son distintos, “si haces esto, te compro aquello”. Los padres piden permiso a sus hijos para que apoyen, si no, “¡Hay! Con tal de no escuchar sus berrinches, prefiero hacerlo yo”. Los derechos humanos se han convertido en no pocas veces, en solapadores de conductas desfavorables, y dejo en claro que estoy en desacuerdo con los golpes, mas no con el respeto y los sanos correctivos.  Hoy, dicen,  nos sustituye la generación de cristal, por aquello de su fragilidad permitida.

ABUELITAS:

Sin bajar la guardia ni un solo momento, Guillermo “Memo” Toscano, sigue cumpliendo a los villanos, regidor del municipio, Memo ha sabido llegar a las personas de manera sencilla y comprometida. Buen gestor, Memo hace lo que pocos servidores públicos, invierte su sueldo en beneficio de sus representados y apoya hasta donde sus posibilidades le permiten, a quienes llegan a la puerta de su gestión. Activo, dinámico, humano e incansable, hace su trabajo con gusto en total disposición, téngalo a la vista, usted apreciable leyente. Es cuánto.