TONALTEPETL – 20 de mayo 2021
Ignoran que la multitud no odia, odian las minorías, porque conquistar derechos provoca alegría, mientras perder privilegios provoca rencor. Arturo Jauretche.
El mercado Constitución se ubicó algún tiempo sobre la calle Abasolo, era de lámina de cartón y abarcaba toda la calle, solo quedaban libres ambas aceras. Acompañé a mi madre cientos de veces mientras era niño, el bullicio natural de aquel lugar y el calor bajo las laminas no siempre eran de mi agrado, sin embargo yo iba feliz. ¿Quién no lo sería al lado de su progenitora? Conocí y traté a los adultos de su tiempo como si fueran viejos amigos míos, les hablaba de tu, porque así les decía mi madre casi a todos.
De las pocas excepciones eran don Ramón y don Manuel, ambos eran parte de los comerciantes del mercado, el primero vendía jitomates, frijol, etc. El segundo vendía además de lo anterior, petróleo para las modernas estufas de aquellos tiempos. Adentro, también estaban Eduardo Llerenas con su carnicería, don Carmelito y doña Secundina, con sus ricas conchitas y pan dulce variado, doña Chela y sus deliciosos, únicos chocomiles, doña Tere con su deliciosa comida casera, el Zurdo, con su puesto de fruta y verdura, y Francisco el “Coco”, Fuentes Martínez, a quien siempre llamé, José, así le decía mi madre, pero el se llamaba como he mencionado.
José llegó al mercado a la edad de cuatro años con su padre, se forjó en la vida cotidiana del comercio y aprendió todo lo que necesitaba saber. Su puesto está al entrar por la puerta de Medellín, justamente al frente, jitomates, plátanos, ocote, frijol y otros productos, formaban parte de lo que el ofrecía al publico visitante. La llegada de las cadenas comerciales afectó a los mercados y a las tienditas, me dijo un día en tono melancólico. Ciertamente, fue un golpe duro para su economía, difícilmente se podía competir con ellos, “pero no rajamos”, comentaba.
Aun con su avanzada edad, José (Francisco) seguía atendiendo su puesto, yo pasaba a saludarlo y nos poníamos a platicar como dos iguales, recordando a quienes ya no estaban físicamente, pero si en el espíritu del mercado grande, como le llamaban antes. “Siempre te veo en la tele”, me decía, ¿cuánto sabe la señora que está contigo verdad?”, refiriéndose a Mirtea Elizabeth Acuña Cepeda, mi compañera de programa. La muerte en su justa expresión, requirió a José, cumplió su ciclo y regresó a la casa del gran padre madre. De los hombres que recuerdo, sin duda él era el último de una generación de hombres de bien que sirvió a Colima desde su modesto espacio, sin ostentosidades ni reniegos, con la fe puesta en su corazón y con el gusto que se tiene al hacer lo que se sabe. Descanse en paz.
¿Quién perdió el debate? Ganó quien supo conservar la calma y el respeto para la sociedad, para sus adversarios políticos (nunca enemigos) y para si mismo. Ganó quien mejores soluciones propuso, quien presentó mejores propuestas y supo asumir su papel de “gobernante”, evitando caer en provocaciones. No es difícil saber quien perdió, la sociedad sabe, ha madurado y entiende de todo lo que implica un crecimiento o lo contrario. Somos parte de una sociedad sentipensante, que a golpe de mentiras y falsas promesas, perdió la credibilidad en muchas de sus autoridades pasadas, aquellas que generaron divisiones, que promovieron la desigualdad y que solo tenían ojos para los de arriba, pues los de abajo dejaron de existir.
Que nuestro voto sea razonado, valorando con base a la experiencia, cuales son las mujeres y hombres con mejores aptitudes para servir a una nueva sociedad que hoy se está forjando.
ABUELITAS:
Muchos son los invitados, pero pocos son los escogidos, dice la palabra sagrada. Cuando usted compra calzado o ropa, se prueba y se asegura que le quede cómodo el producto que escogió, algo así pasa cuando votamos por un partido o una persona, necesitamos asegurarnos de que sea cómodo a nuestra vista sí, y más allá de ello, a nuestra conciencia. No podemos darnos el lujo de volvernos a equivocar, porque en los menesteres electorales no hay vuelta de hoja. No será posible pedir que nos devuelvan las entradas o nos cambien la prenda, tendremos que tolerar tres o seis años para poder cambiar. Así que por favor vaya a votar y hágalo con plena conciencia para que la sociedad se lo reconozca, o si no, que se lo demande, votemos por la paz. Es cuanto.