OPINION

TONALTEPETL – 5 DE ENERO 2022

Gustavo L. Solórzano

El difícil arte de ser el “Jefe” o la “Jefa”.

En mis años de infancia la llegada de la “Inspectora escolar” representaba para muchos docentes además de su autoridad, miedo al cargo que ostentaba. Don Benito, buen hombre asignado a la limpieza, atendía las indicaciones de esmerarse para la esperada visita. Los alumnos éramos advertidos de “guardar compostura”, o sea, portarnos bien. Contagiados por la temida llegada, enmudecíamos como galleros en palenque cuando los gallos vuelan al ras del suelo, diría Antonio Aguilar al interpretar la canción de Tomás Méndez Sosa.

La máxima autoridad educativa presente, pasaba a los salones y al azar, hacía preguntas sobre diversos temas, en más de alguna ocasión, nuestra mentora nos “soplaba” literalmente las respuestas: ¿Haber, verdad que cuatro más cuatro son ocho? Y todos respondíamos al unísono, ¡siiiiiiiiiii! “¡Pónganse aguzados, ahí les va otra pregunta!, continuaba la profesora. Después del susto, sonaba el timbre que anunciaba el ansiado recreo y salíamos corriendo como chivos en cristalería, la diversión y algunos deliciosos bocadillos nos esperaban.

En la secundaria fue distinto, jamás conocimos a un supervisor ni sabíamos si existían, ahí el Director llevaba la voz cantante, apoyado por los docentes que nos impartían catedra y los prefectos.

Vinieron los siguientes niveles educativos y todo estaba circunscrito a la dirección de los planteles. Por cierto, agradezco a todos esos hombres y mujeres que nos guiaron a los largo del camino educativo. A ellos y a nuestros padres nos debemos en la actualidad, pues nos enseñaron los verdaderos valores de la vida, con su ejemplo.

Llegar a una empresa o área laboral institucional es cambiar de escenario, aunque suelen repetirse las historias. Estar bajo las órdenes de un jefe autoritario, inseguro e insensible (hombre o mujer) es la mejor enseñanza que podemos tener, aun cuando sea un duro aprendizaje. Quien coordina a un equipo de trabajo es un humano igual que nosotros, con capacidades, debilidades, aciertos e ignorancia. Solo le tocó el papel de coordinar-mandar y nada más. El problema surge cuando él o la jefa, llevan su problemática personal y sus debilidades humano-materiales, a su área de trabajo, aquello suele convertirse en algo parecido a los que entendemos por el infierno.  

La educación afectiva o no,  recibida en casa, es sin lugar a dudas una base que nos sirve de guía para nuestras relaciones interpersonales cotidianas. Educación afectiva pobre, representa una mayor probabilidad de        que quien tenga un cargo también lo sea. Importante, necesario, indispensable, que quienes ocupen una responsabilidad en donde sea necesario tratar con personas, reciban contención emocional y capacitación en áreas de desarrollo humano con evaluación previa y durante el tiempo que dure su chamba, por lo menos. Es necesario entender que una es la autoridad normativa y otra la autoridad moral, lamentablemente no siempre van de la mano.

ABUELITAS:

Al retirarme de mi trabajo para irme a comer saludé a un grupo de compañeras que iban saliendo de una entrevista con el Secretario de Educación, después del afectivo protocolo, les pregunté el motivo de su visita y como respuesta obtuve un reconocimiento al secretario, por su don de gentes, “conoce lo que está pasando”, me dijo una de ellas, “mis respetos” agregó otra compañera. Adolfo Núñez González es el nuevo secretario de educación, un  hombre producto del esfuerzo y la dedicación constante, que asumió una responsabilidad de gran peso. Él es Profesor con Licenciatura en educación primaria, y desde su llegada, ha mostrado su compromiso con la gran familia educativa y por ende, con la sociedad. Sin duda, su principal fortaleza la encuentra en su compañera de vida, la profesora María Guadalupe Galindo Gómez, coordinadora del voluntariado de la institución, ambos buenos servidores públicos. Es cuánto.